Crónica a una velada de poesía y
presentación de la revista Eclipse en la Universidad de Zaragoza
Muchas cosas se mueven por Zaragoza en estos nuestros
tiempos presentes, aquellos que piensen que en la vieja capital del Ebro la
cultura sufre de un irremisible marasmo, andarán errados en demasía. Nuevas
editoriales, nuevos eventos poéticos, publicaciones, grupos musicales…,
Zaragoza es un verdadero hervidero del cual queda buena constancia echando un
simple vistazo por las redes sociales. La universidad, y más concretamente la
Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza, nunca ha querido quedarse a la zaga
en dicho panorama, si bien, en los últimos años no ha sido ajena a las
embestidas de los recortes. Su programa de Cultura, Proyección Social
y Relaciones Institucionales continúa —en la medida de lo posible—
promocionando todas aquellas novedades que al socaire suyo se van gestando en
su muy diversa índole; y así de entre las más variadas propuestas a las que dan
espacio sus veteranas paredes, tuve a bien acudir, no hace muchos días, a dos
presentaciones que se celebraron muy acertadamente en sala de juntas de dicha
facultad.
Presentación de la revista literaria Eclipse. Con Ignacio Escuín y Gabriel Sopeña. |
La primera actividad se celebró a media tarde y no fue
sino la presentación de un nuevo número de la revista Eclipse; para aquellos de mis lectores que
nunca hayan oído mencionar tal rubro, cabe advertir que se trata de una
publicación llevada a cabo —con ponderado criterio—, por un grupo de
estudiantes de filología hispánica (Adrián Flor, María Coduras, Elia García, Laura
Escartín, Ana Cózar y Silvia Belenguer). Estos soñadores empedernidos, tan solo
movidos por aquellas ilusiones peculiares de los amantes de las artes, y
ayudados por ese tesón y esfuerzo tan propio de la juventud, han
conseguido implementar toda una revista abarrotada de artículos críticos,
textofotografías, poesías, relatos y demás jerigonzas de índole literaria
rubricados por la nada desdeñable cifra de más de veinte autorías. Pero si
feliz fue la presentación y distribución de la revista, el camino hacia el
lauro no ha estado exento de ciertas trabas que bien merecen reseñarse para dar
cuenta de la esforzada labor de su equipo.
La revista Eclipse se fundó años ha —tantos que
no sabría precisarlos, aunque fuentes prudentes me han atestiguado que son más
de diez— bajo la iniciativa del entonces estudiante, y hoy profesor y editor, Ignacio Escuín. Por aquellos tiempos felices la
revista funcionó bien y con cierta independencia pues consiguió el apoyo
financiero de la institución universitaria; después marchó Escuín, y bajo la
dirección de diestros organizadores se mantuvo la agilidosa dinámica hasta que
llegados a finales de 2012 —y aquí sí podría precisar: en un fatídico diciembre
de 2012—, el nuevo número no llegó a ver la luz debido al magullador flagelo de
los recortes en educación pública. ¡Hay de las letras universitarias cuando
dejan morir injustamente a una publicación semejante! «¿Qué paso?» podrá
preguntarse entonces algún desprevenido lector, y seguramente otro y no de los
más avezados, sabría responderle: «Cosas del parné, mire usted». Y así es,
fueron cosas del parné y otras parecidas: promesas que no llegaron,
buenas intenciones…, y otras zalemas que por ser persona discreta no voy
a comentar, dieron al traste con el nº 16 de la hasta entonces ufana
revista. Mas, y es aquí donde uno que escribe no puede menos que quitarse
el sombrero, el equipo de firmes devotos de la cultura en lugar de arredrarse y
bajar los hombros resignados, buscaron nuevos cauces, que no fueron otros que
el de sus propios bolsillos; y fue así, tras recorrer un yermo año de 2013,
como gracias a tal esfuerzo —remarco que son estudiantes de filología
hispánica— la revista volvió a ver la luz incluyendo además un fanzine en una
versión aneja. «Pero ahora se vende a cinco euros», me podrá apuntillar algún
lector demasiado reparón; y bien podría contestarle: «¡Toma, no!, ¿acaso esos
estudiantes no tienen derecho a recobrar al menos lo invertido?» Pues han de
saber todos que si la revista Eclipse, pródiga en firmas de artistas, ha
visto la luz de nuevo y podrá verla en un próximo número será también por el no
menos generoso bolsillo de amigos y curiosos que gustosamente han adquirido la
revista.
Presentación de la revista literaria Eclipse. Con Ignacio Escuín y Gabriel Sopeña. |
* * *
Finada la presentación de la revista hubo un descanso,
y aquí el escribiente marchó con algunos de los asistentes para recuperar
energías, donde, tras una agradable charla con algunos miembros de Eclipse
sobre si hay más filosofía en un cuento de Cortázar que en uno de Bolaño,
acudimos a la segunda parte del evento.
Bajo el rubro de Los
jueves de poesía, el antes
citado Ignacio Escuín, presentó a continuación a dos jóvenes liróforos
aragoneses que no dejaron indiferentes a los asistentes. El primero en recitar
fue José
Gabarre un oscense
licenciado en Historia cuya estética decadente posmoderna, con claros visos de
Leopoldo María Panero resultó todo un agradable despliegue sensitivo de
simbolismos oscuros y sensuales. Tenían que verlo recitar inclinado levemente
sobre la mesa y acodado en postura sapiente como los antiguos filósofos
clásicos. Su poemario La ebriedad de las estatuas hoy sigue siendo su
mejor carta de presentación. El otro poeta, Sebas
Puente, tomó la
réplica y sorprendió a la platea leyendo unos versos claramente influenciados
por la música, tras lo cual explicó las variopintas analogías que su poética
embebía de las canciones de algunos de los grupos pop y rock más punteros del
momento.
Terminó la velada y uno mismo, tras ser testigo de
cómo los aplausos de la sala —a la sazón se contaban con no menos de treinta
personas— trepidaban vivamente en el ambiente hasta el punto que la ninfa Eco
marchó de allí extasiada de locura, no tuvo menos que congratularse. En
esos instantes fui, más consciente que nunca, de que si la ya larga crisis
económica no había mermado la capacidad hacedora de los jóvenes talentos regionales,
sino que más bien los había fortalecido y aún envalentonado, seguiríamos
disfrutando en esta vivarosa ciudad de gracia suficiente para llenar cien
fuentes Castalias sin necesidad de musas y númenes etéreos. En tales
cavilaciones me marché pensando escribir algo sobre el asunto, una crónica
quizá, si bien, finalmente más que crónica ha sido una historia lo que han
plasmado las teclas de mi ordenador, una historia sobre las cuitas,
luchas y tesón de Eclipse y de los poetas aragoneses en este ‘país
de las maravillas’.