martes, 15 de julio de 2014

Cuando la poesía y la pintura se aúnan en un solo corazón: Anaïs Pérez Layed


Entrevistando a una artista dual y diferente: Anaïs Pérez o cuando la poesía y la pintura se aúnan en un solo corazón



Anaïs Pérez Layed (Zaragoza 1959) es una poeta excepcional con la cual me cité después de haber leído su colección de poesía El Fuego de las sombras publicado en Olifante. La conocí poco a poco, entre breves charlas, que fueron surgiendo al coincidir ambos en algunos de esos eventos artísticos a los que uno asiste, con suma curiosidad, para no perder el hilo de la miríada de  novedades que van floreando por Zaragoza casi sin darse cuenta. 

Anaïs Pérez Layed

Así llegó el verano, el buen tiempo, los planes vacacionales..., y dando la sensación de que tenemos algo más de tiempo para atender a esos ‘otros’ quehaceres, me encontré con Anaïs en una cafetería popular de la Plaza San Francisco. Allí nos saludamos, nos pedimos algo de beber —ella un té y yo un café con hielo—, y tertuliamos largo y distendido sobre inquietudes privadas que no vienen al caso comentar aquí, pero que me hicieron percibir que esta artista es una persona profunda, con talento y de mucha sensibilidad. Pasada media hora, y ya con  Anaïs totalmente entregada a la conversación decidí principiar la entrevista para no demorarme más de lo prudente en el cometido. De tal encuentro y  de aquella grata tertulia han quedado recogidas estas líneas que expongo a continuación:

Publicaste la colección de poesía El fuego de las sombras, en la serie mayor de la editorial Olifante, además, tu obra vino avalada por el prócer de la lírica aragonesa Ángel Guinda mediante un espléndido prólogo. De “El Fuego de las sombras quizá se pueda reseñar que está cargada de matices muy intensos y penetrantes, que derrochan un raro preciosismo lírico, y recordando muy mucho el prerrafaelismo inglés y simbolismo francés. También se puede hallar una estética comprometida con la humanidad, donde se muestran las grandes pasiones: el amor, el dolor, el deseo, la belleza, pero sin olvidar lo ambiguo y lo mórbido, por lo que te alejas así de cursis sentimentalismos románticos ¿Cuáles han sido, en tu formación como poeta, tus principales referencias?

Quisiera matizar que soy una lectora tardía de poesía, para que nadie piense, si aún no ha empezado, que ha perdido ningún tren, sin embargo, cuando comencé lo hice con gran desenfreno. Entré en contacto con el mundo literario en 2009 por lo que me considero bastante autodidacta. Ahora bien, si tuviera que nombrar poetas que me impactan especialmente destacaría, entre otros, a Neruda, Gamoneda, Olga Orozco, Chantal Maillard, Ángel Guinda y Ángela Serna.

Entrando como has entrado “por la puerta grande” ¿qué significa para ti la poesía?

La poesía para mí es como la vida: pasión, intensidad, emoción, mucha emoción..., pero también muchas horas de trabajo intenso. Corrijo hasta la saciedad mis poemas, incluso los ya publicados continúo corrigiéndolos, creo en el concepto de obra; no veo la poesía como una mera composición escrita de forma rápida y sin reflexión, la creación de un instante, sino como algo serio y meditado, hay un esfuerzo detrás, a veces, incluso una documentación y, sobre todo, creo que el poema está vivo y se crea con cada lectura propia o ajena. 

Es sabido que has colaborado en algunas revistas, incluso apareciste en antologías poéticas como la reconocida YIN: poetas aragonesas 1960-2010, o Uni-Versos para Somalia de Quadrivium y algunas otras. ¿Estás preparando actualmente una nueva colección? ¿Para cuándo cabría esperar una nueva colección de poesía?

Respondiendo a tu primera pregunta, puedo decir que tengo como tres o cuatro poemarios escritos y ahora mismo estoy inmersa en uno que creo titularé “Criptografía del abismo” en el que percibo un salto, no sé muy bien hacia dónde, pero siento que es algo totalmente diferente a lo que había escrito hasta ahora. Con respecto a la segunda pregunta, no tengo ninguna ambición de publicar, pienso que debe descartarse esa idea en aras de la calidad para no caer en la tentación de escribir para cierto publico y acabar haciendo poesía comercial y mediocre orientada a satisfacer al mercado. Escribo, en cierto modo, para mí, sin pensar cuándo voy a publicar, sin saber ciertamente, si realmente lo acabaré haciendo, creo que esto es fundamental para ser honesta con lo que escribes. Incluso la publicación del poemario de Olifante “El fuego de las sombras” fue alentada por Ángel Guinda, antes de que yo misma lo pensara, él mostró curiosidad por leer el trabajo que hice en el retiro de la Casa del Poeta y después me animó asegurándome que había calidad para publicar y ya no me dejo hasta que se publicó el libro y, por ello, me siento muy agradecida. 

Además de la poesía, el arte plástico ocupa un lugar preeminente en tu actividad artística; El latido de Gaia es el nombre de tu última exposición de acuarelas que has paseado con notable éxito por varias salas de Aragón  ¿Podrías explicarnos algo de esta?

La poesía y la pintura son dos vertientes totalmente diferentes dentro del arte, dos facetas distintas e incompatibles para mí. La temporada que pinto no escribo y viceversa, porque el estado de ánimo en el que me encuentro para trabajar en cada especialidad son muy distintos. Cuando pinto suelo estar con un ánimo muy optimista, reflejo un canto a la vida, al mundo en su vertiente más amable y “El latido de Gaia” es precisamente eso, el entusiasmo de la vida, la ilusión, la fe por el futuro. Escribir es totalmente diferente, es adentrarme en el lado oscuro, acudir al laberinto, un mirar hacia adentro, un salto sin paracaídas... 

Cartel de la exposición "El latido de Gaia"

Hoy día donde parece que todo está hecho en el campo del Arte, lo difícil es resultar particular y contemporáneo a la vez. ¿Cómo definirías tu pintura dentro de este contexto? ¿Crees que en tu caso ya has encontrado tu propio estilo, o todavía estás creciendo como artista?

En pintura mi estilo está muy definido; llevo ya muchos años y catorce exposiciones realizadas con una mayoría de muestras individuales, por supuestos con variaciones en cada una pero el estilo desde el comienzo está muy marcado. Comencé a pintar de forma seria en 2003. Nunca dibujo previamente, suelo trabajar la técnica en húmedo y directamente a pincel, soy de asumir riesgos... los temas son paisajes desde una mirada personal, incluso podría decirse que más que aspectos de la realidad reflejan estados anímicos, oníricos o etéreos. 

¿Dentro de tus habilidades creativas podrías decirnos qué te ha resultado más satisfactorio en tu faceta como pintora?, ¿y en la faceta como poeta?  

La pintura me ayuda a evadirme de la realidad, con ella me olvido de todo, en ocasiones me he puesto a pintar y me he olvidado de comer durante muchas horas; casi podría decirse que es como una droga. Con respecto a la poesía me resulta igualmente adictiva y aún más dura. Es como si removiera todas mis impresiones, recuerdos que llegan desde la infancia. La poesía en ese aspecto cobra una intensidad incluso patológica al tirar del hilo subconsciente y rememorar o crear emociones sinérgicas para bien o para mal.

Bueno y para concluir, conozcamos un poco más de ti, ¿qué tres libros de poesía nunca permitirías que faltaran en tus anaqueles? ¿Y qué tres museos de arte recomendarías que nadie dejara de visitar? 

Empezaría destacando en libros Esta luz de Gamoneda; también Conjuros de Chantal Maillard; y quizá la poesía completa de Olga Orozco. Con respecto a los museos, sin lugar a dudas el Louvre de París y, sin salir de aquella ciudad, también aconsejaría visitar el Museo de Orsay que recoge buena muestra de la pintura realizada en el siglo XIX y las primeras vanguardias; por último el museo Tate Gallery de Londres que siempre tiene presentes muestras de grandes artistas del arte contemporáneo como Rothko, Picasso o Warhol. 


PÉREZ LAYED, Anaïs, El fuego de las sombras, Zaragoza, edit. Olifante, 2013, p. 58.


miércoles, 18 de junio de 2014

'Todos somos belgas' una hilarante comedia de Miriam Segura



Dando cuenta de la presentación Todos somos belgas, en dos actos y una crónica


PARTE I (LA MUSA)

(UNO, cronista, poeta y literato de vocación por lo mediano, se encontraba en el estrecho y renqueante diván, de un café cualquiera, revisando las mundanas y poco poéticas noticias al respecto de los últimos resultados del mundial de fútbol cuando, de forma inesperada y sorprendente, una ráfaga nebulosa se apareció frente a él,  surgiendo casi evanescentemente de la nube una mujer vestida tal se hiciera en los tiempos mitológicos, con liviana túnica, diadema de hiedra y portando una máscara de teatro clásico con una mueca grotescamente burlona.) 

Talía musa de la comedia

MUSA: ¡Salud mortal!

UNO: (Reponiéndose del azoramiento) ¡Salud hermosa! ¿A quién tengo el honor de agradecer mi sobresalto?

MUSA: Soy Talía.

UNO: ¡Caramba! Qué alto honor

MUSA: Musa de la comedia y...

UNO: Sí, sí, ya sé. No hacen falta más presentaciones, pero dígame ¡oh musa!, (Con cierto rintintín) sabiendo usted que yo no soy un cómico, y ni mucho menos la he invocado, ¿qué ha venido a hacer a tan sencilla cafetería?

MUSA: Vengo para advertirte que mañana al mediodía se presenta la edición de una obra teatral en la librería Cálamo. Se trata del trabajo de una joven dramaturga en el cual yo tuve mucho que ver, pues no pocas veces me pasé por su estudio para avivar su crisol creativo. Podría decirse que la considero mi pupila.

UNO: Me parece bien, pero sigo sin tener muy claro qué tiene que ver todo eso conmigo. 

MUSA: Pues, sabiendo cómo sé, que ahora ejerces el atribulante oficio de cronista, quiero, (Palabras dichas con suave autoridad mientras roza  con sus dedos la barbilla de UNO) que ya que tienes por práctica no pedir nada a cambio, ni buscas estipendio alguno por ello, vayas a cubrir ese acto.

UNO: ¡Caramba! (Y con cierto afectamiento) Me siento verdaderamente halagado su deidad.

MUSA: ¡Necio! Menos zalamerías, has de saber que soy caprichosa.

UNO: Como todas las musas.

MUSA: Sí, es verdad, pero no viene al caso hablar de eso ahora. Tan solo espero que escribas esa crónica, y además sea de mi agrado, sino...

UNO: ¿Acabaré frito?

MUSA: Podría decirse. 

UNO: Bien, veo que no me queda otra que aceptar el encargo, ¿no es así?

MUSA: Así es, espero que te entregues a mi mandato con gran ardimiento, y tal vez (La musa comienza a alejarse) seas recompensado.

UNO: ¿Con la gloria acaso?

MUSA. ¡Toma! Será pretencioso el artista, nada, nada. ¿Acaso no sabes que eso ya no se estila?, te haré popular, o cuando menos daré de qué hablar sobre ti entre las gentes de tu barrio y alrededores. ¡Arrivederci!

(La musa desaparece, y UNO, dando la sensación de retornar de un leve ensueño, recobra la compostura en aquel diván estrecho y renqueante del viejo café cualquiera.)

UNO: En singular situación me veo, se ve que por allí arriba se aburren mucho y tienen por nueva costumbre entretenerse con escritores de media valía como yo, pero..., en fin, un encargo es un encargo, así que tendré que ponerme a ello.

(UNO termina de un trago su café y se marcha del establecimiento con el firme propósito de salir airoso de la prueba, tal hicieran antaño los grandes héroes helénicos, para no verse amedallado con otro divino fracaso en la pechera.) 

***

PARTE II (LA CRÓNICA)

Hay en Zaragoza una librería maravillosa, de esas donde uno se siente bien atendido por los libreros, que además se afanan en hacer sentir a sus clientes verdaderamente cómodos cuando, en inocente sazón, la visitan bajo la esperanza de encontrar un nuevo título que añadir en sus anaqueles. Este establecimiento del que hablo tan sinceramente no es otro que la librería Cálamo de Zaragoza, la cual, desde hace más de treinta años, y bajo la dirección de su capitán de abordo —Paco Goyanes—navega firme y decidida por los piélagos, a veces un tanto tumultuosos, del zozobrante mercado editorial.

Acudí en aquella ocasión a dicha librería para asistir a  la presentación de una comedia teatral, de la cual, una ‘buena’ amiga que hacía muchos años no me visitaba —tantos que no recordaba las anteriores—, me había dado a conocer poco ha. De la obra pude averiguar que se titulaba Todos somos belgas y su trama guiraba en torno a un disparatado colegio de enseñanza belga al cual, cierto día, llega un nuevo profesor —Juan— que pronto se verá impelido en diversas y ditirámbicas escenas llenas de desternillantes situaciones: como aquella donde debe aprender el himno nacional bajo la batuta de un excéntrico director, o aquella otra donde utilizan su bandera tricolor para limpiar las manchas de yogur de la camisa de otro docente. Todo ello sucede bajo una correcta tensión argumental producto de una esperada inspección —que parece no llegar nunca— por parte de los propietarios del centro que son los belgas. Ante la pronta visita, el profesorado español deberá hacer gala de un declarado amor por aquella patria sin saber que mientras tanto, una turbamulta de subversivos antibelgas prepara una protesta.

Con respecto al evento llegué allí a la hora acordada donde fui testigo de toda una plétora de gente que se arracimaba en torno a una joven y guapa muchacha —Miriam Segura—, que no era otra sino la dramaturga en cuestión. Poco a poco fuimos dirigidos diligentemente hacia el espacio habilitado para la presentación: los más madrugadores conseguimos sillas en el piso de arriba, otros que llegaron después quedaron distribuidos por las escaleras de la librería, y los últimos, por una cuestión meramente física tuvieron que desperdigarse en el piso de abajo.

El inquieto público instantes antes de dar comeinzo la presentación

No tardó mucho en comenzar el evento y  la primera de mis sorpresas fue observar como en la mesa de los protagonistas se había colocado a modo de tapete una bandera de Bélgica, sobre esta y ligeramente acodado con una serie de folios, un tal Patterson Willis, norteamericano llegado de las evocadoras tierras de Lousiana, comenzó a disertar sobre crítica teatral. Aquel hijo de las tierras del Blues, presentó elocuentemente los aspectos más relevantes del teatro contemporáneo para contextualizarlos con la obra de Miriam Segura. «Cosa curiosa —pensé—. Una española que escribe una obra de teatro sobre un colegio de belgas, que a su vez, es presentada y comentada por un emigrado de la encantadora nación de las barras y estrellas.» Y mientras reflexionaba en elevadas cuestiones semejantes, el joven Patterson, con su exótico acento, daba muestras de suma erudición explicando cómo la catarsis aristotélica era negada en la comedia debido a no sé qué cosas de no alcanzar el nivel de empatía necesario. Todos los asistentes atendían a aquel prócer sureño con ineludible silencio: "La única diferencia entre la tragedia y la comedia es que en la tragedia el espectador empatiza, siente pena por el protagonista frente a sus conflictos, mientras que en la comedia nos reímos del protagonista en la misma circunstancia..." proseguía el crítico, y después citaba a algunos grandes del teatro: que si Beckett por aquí, Brecht por allá y Harold Pinter acullá. Willis concluyó finalmente su exposición animando a todos los presentes a leer la comedia; y el público, bien avenido, le correspondió con ademanes de aprobación tras prorrumpir en un decidido y caluroso aplauso. 

Patterson Willis exponiendo su tesis al respecto del teatro contemporáneo

A continuación le llegó el turno a la gran protagonista del evento. La dramaturga explicó cómo su trabajo nacía de una intencionalidad enjuiciadora: la obra se desarrollaba en toda su extensión como una hilada crítica "contestataria contra el sistema educativo imperante en España". El colegio belga era una parodia de los muchos colegios británicos, alemanes o franceses, que bajo su halo de respetabilidad y seriedad —de su supuesta  superioridad al fin y al cabo—, pretenden formar a los niños para un mundo que está muy fuera de su realidad. En el fondo todos los centros educativos comparten parecidas dificultades producto de los zurriagos impunes  llevados a cabo por los vaivenes políticos. ¡Cuánta verdad guardaban las palabras de Miriam Segura, quizá en un acto de heroico patriotismo la dramaturga debiera enviar uno de sus ejemplares a nuestro Ministro de Cultura don José Ignacio Wert. 

Miriam Segura explicando los entresijos de 'Todos somos belgas'

Terminadas las explicaciones al respecto se dio paso a una breve pero divertidísima escena de la obra Todos somos belgas; fue entonces cuando un grupo de sencillos y cándidos histriones, tal si hubieran sido poseídos por la muy mi preciada Talía, se tornaron en una balumba de disparatados enajenados que interpretaron con notable éxito —del que dieron buena cuenta el número de sonrisas y carcajadas desprendidas entre los asistentes— el texto de la comedia.


Joven histrión deprecando con altivo gesto

«ANTONIO: Comprendo las desventuras que ha sufrido en la enseñanza pública. Aquí los profesores son la autoridad y los alumnos así lo ven. Usted tiene la potestad, pero es importante que no la pierda. Por eso debe inspirarse en una figura poderosa para transmitírsela a los alumnos. Piense como se ha sentido durante el ejercicio...

»JUAN: Bueno me ha recordado...

»ESTEBAN: Dígalos sin miedo.

»JUAN: Además, siempre me ha gustado...

»ANTONIO: Es importante que se sienta cómodo.

»JUAN: Voy a elegir a... Robocop.

»ESTEBAN: Puede servir.

»ANTONIO: Puede servir. A ver diga “Soy el profesor.”

»JUAN: (Al estilo Robocop) Soy el profesor.

»ANTONIO: Me gusta

»ESTEBAN: Diga “Estoy aquí para educar.”

»JUAN: (Al estilo Robocop) Estoy aquí para educar. Permanezcan sentados hasta nuevo aviso. Seré tiránico e imparcial. Antes de hablar, piensen.

»ESTEBAN: ¡Ya lo tiene!

ANTONIO: Me alegro de ver que ya puedo confiarle a nuestros alumnos.»

Con esta muestra pueden los lectores hacerse una idea de la parodia.

Histriones en pleno disparate cómico

***

PARTE III (EL RESULTADO)

(UNO aparece recostado sobre la mesa de su estudio, acaba de terminar de escribir la crónica y se muestra profundamente dormido, agotado por el tráfago del día que tras la presentación finó en una distendida y luenga celebración regada con cervezas variadas.)

MUSA: ¡Psch!, ¡psch! Despierta artista.

UNO: (Desperezándose lentamente) ¿Mmmm? Eres tú. ¿Has leído ya mi crónica?

MUSA: Sí.

UNO: ¿Y?

MUSA: Pues... resulta positiva.

UNO: ¿Positiva?
 
MUSA: Sí positiva, ¿qué pasa?

UNO: No, nada, si con eso te das por satisfecha...

MUSA: Totalmente, además mi pupila está complacida por el éxito de la presentación. Y ahora si me disculpas debo ir a dictar, ejem, perdón, a inspirar, a una atribulada estudiante de instituto que sueña con recrear en su vida los hechos y episodios del teatro sentimental. ¡Pobre angelita! (Y alejándose de forma nebulosa) ¡Arrivederci!

UNO: Agur, agur. (Tras breve pausa) Madre mía, después de todo la presión a la que me he visto obligado arrostrar por el capricho de esa mujer, aún tiene el valor de decir que mi actuación resulta "positiva". ¿Positiva? ¡Ja! ¿A quién se le habrá ocurrido introducir tan vacua palabra en el vocabulario del Parnaso? ¡En fin!, es grato soñar con las musas pero está claro que en persona dejan bastante que desear. ¡Ah!, por cierto, no dejen de leer Todos somos belgas.


FIN

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SEGURA, Miriam, Todos somos belgas, Madrid, ed. Irreverentes, 2014, 78 p., 8 euros.

jueves, 5 de junio de 2014

Luis Felipe y la I República



Cuando Luis Felipe dio todo un recital histórico al respecto de las ilusiones y penas de la I República española

 
Ayer a la tarde me dirigía con una amiga al bar La Pequeña Europa, se trata este de un acogedor lugar de cañas y tapeo regentado por una alemana, que vayan ustedes a saber el porqué, tuvo por bueno venir a nuestro país para sentar plaza y prodigar las excelencias gastronómicas de su geografía. Por el camino, en las escaleras del Paraninfo universitario escuchamos gritos contra los borbones, y cuál pudo ser mi sorpresa cuando, a pesar de lo que es habitual, no había gentes con banderas tricolores pidiendo una tercera república, sino un grupo de extrema derecha que, quizá envalentonado por los aires antimonárquicos que soplan en estos últimos días, pedían la caída de los reyes y lanzaban otras jerigonzas de índole varia. «¿Quiénes son esos?» me preguntaba mi compañera. «Na, un grupo de ultras que quieren volar el sistema.» «Parece que a Felipe le crecen los enanos» me respondió ella con cierto gracejo; y yo asintiendo afirmativamente le respondí que menos mal que eran cuatro gatos, a los cuales ni la policía, preparada a la sazón, hacia mucho caso.

Anécdotas aparte, tras un agradable y provechoso paseo primaveral llegamos al fin a La Pequeña Europa, y en el lugar, sentando en una esquina del fondo nos encontramos con  Luis Felipe, popular artista zaragozano, el cual bebía en esos momentos una cerveza y repasaba concienzudamente una serie de hojas, que no eran sino el guion del próximo espectáculo. Charlamos brevemente sobre lo que tenía preparado, y con su habitual tono de suspense para tales ocasiones, adelantó que sería algo especial. ¡Y vaya si fue especial! Allí, sentado al fondo de la barra y sacando una serie de fotocopias a modo de imágenes ilustrativas, el veterano rapsoda hizo gala de su buena oratoria ofreciéndonos a todos los concurrentes una pequeña lección de historia. Luis Felipe había preparado un pequeño recital donde la malograda I República —la II también lo fue— era la protagonista. Nos habló entonces, con su característica y teatralizada puesta en escena, sobre todos y cada uno de los presidentes que fueron pasando por el gobierno, a la vez que mostraba simpáticos grabados y mapas explicativos que nos ayudaban a contextualizar la historia. Leyó algunos discursos de aquellos próceres de la política y explicó el porqué, en apenas un año, cuatro presidentes fueron abandonando el gobierno, a cada cual más triste y desperanzado: que si uno se largó apostrofando en catalán a los diputados, que si otro se negó a firmar una pena de muerte, y cosas por el estilo; y mientras tanto, la bisoña república se desangraba en una guerra civil haciendo frente a los carcas de boinas rojas y blancas por el norte, y represaliando a los más disparatados movimientos cantonalistas que proclamaban independencias en  pueblos y ciudades. Cartagena, quizá el más famoso caso, enarboló una bandera turca entintada con sangre a falta de una roja. ¡Cosas de nuestro país! 

Luis Felipe dando su lección junto a las ilustraciones explicativas
Cuando terminó todos aplaudimos sinceramente: la pequeña lección de historia amenizada con su estilo rapsódico, y las efectivas ilustraciones, habían provocado las delicias de los presentes. Pero tal vez lo más importante de todo aquello es que el viejo histrión con su espectáculo, nos había hecho reflexionar a todos sobre los errores y peligros de no hacer bien las cosas. En un momento dado advirtió, y esta fue la clave de la caída de la I República,  que no se trataba solo de cambiar la forma (monarquía por república) sino el fondo (el modelo de estado), algo que no se realizó a tiempo por aquel entonces. Y quizá de todo aquello esta fuera la lección a tomar en cuenta. Hoy que está tan presente el debate sobre la proclamación de una tercera república o continuar con la vieja monarquía, uno piensa si realmente se ha debatido a fondo qué modelo de república queremos o necesitamos. Recuerdo entonces al grupo de extrema derecha que abogaba por la expulsión de los borbones, y recuerdo cómo en las manifestaciones pasadas banderas republicanas compartían espacio junto a otras regionalistas e independentistas; y entonces vuelvo a remembrar las palabras de Luis Felipe: «lo más importante no es la forma sino el fondo». Yo no soy un analista político, pero después del recital, y por si acaso, ya tengo preparada mi bandera turca.

Bandera del Imperio Otomano