1. Manuel
Machado y sus tres estadías interseculares parisinas.
Un anuncio
publicitario en 1905 afirmaba sobre Manuel Machado que era “el
Verlaine español”,
y no andaban mal encaminados los publicistas con tal afirmación.
Manuel Machado más que su hermano tuvo una grandísima filiación
por París y la literatura proveniente de allende los Pirineos. Tres fueron las principales estadías de Manuel Machado en la vieja Lutecia durante su etapa modernista:
En la primera, entre
marzo de 1899 y diciembre de 1900, trabajó como
corresponsal del periódico El País; en
esa primera visita embeberá las principales corrientes
líricas que por tales años interseculares bullían esplendentes por
las tertulias de la capital francesa. Allí, por inmediación de
Gómez Carrillo —el más grande cronista de la bohemia parisién en
lengua hispana — alquiló una habitación en el hotel Médicis
—frecuentado en su día por Verlaine— donde vivirá con su
hermano llegado en junio de ese mismo año. Los Machado establecerán entonces relaciones con personajes de la talla de
Alejandro Sawa, uno de los pocos españoles que trataron directamente
al Fauno; Pío Baroja que por aquellos años todavía no renegaba
de la vida bohemia; el poeta Jean Moréas,
con el cual Manuel llegaría a trabar muy buena relación; y el gran prócer del
esteticismo finisecular Oscar Wilde, del que recogerá en una
crónica
para El País una interesante anécdota al respecto
de” la joya maldita” que adornaba su anillo.
En octubre retornó Antonio a España, pero Manuel por contra, ebriosa su alma de los luceros
parisinos, continuó por la capital en una residencia de Montmartre donde se prodigarían otras conspicuas plumas como las de Rubén
Darío o Amado Nervo
entre otros. Y es que para 1900 se celebró la admirada
Exposición Universal que
sirvió de escaparate para los nuevos inventos de la ciencia que atrajeron las miradas de todo el mundo conocido.
Machado por entonces también trabajó
para la editorial Garnier como traductor, y será así, en ese
contexto parisino, lírico y moderno, cuando en los últimos meses
de su estadía el poeta comienza a escribir los primeros versos de
Alma.
A su regreso
M. Machado junto con su hermano,
F. Villaespesa y poco después J. R.
Jiménez desempeñarán las tareas de heraldos y muñidores de las
nuevas corrientes estéticas. En 1901 fundarán la revista
Electra, escaparate
de la gente nueva donde se irán
publicando algunos de los poemas que formarán, finalmente, parte de
Alma. Su primera edición salió a comienzos de 1902 y
allí fluirán con gran derroche muchas de las sutilezas poéticas y afrancesadas
aprendidas. Ejemplo de ello son los poemas con títulos tan
esclarecedores como
Versailles o
Figulinas.
En abril de
1902, poco después de la publicación de
Alma,
Manuel
Machado vuelve a París con su hermano, continua su relación con
Gómez Carrillo, el cual ya había prologado su traducción de
Fiestas Galantes.
Poco después llegarán los otros hermanos: José y Ricardo, todos juntos
parece que corrieron buenas andanzas de bohemios, su hermano Antonio,
por ejemplo, incluso llegará a ser expulsado de la embajada
guatemalteca por el propio Carrillo debido a su estrafalaria
vestimenta. Y es que en esto de vestimentas parece que Antonio debía
ser algo descuidado. Cansinos-Assens uno de los más acertados memorialistas de la bohemia española decía de él en su obra Novela
de un literato:
“Manuel, efusivo,
ligero, chispeante, andaluz, pizpireto; Antonio,
serio, ensimismado, meditabundo, lacónico como un espartano,
descuidado en su atuendo, con manchas de ceniza y alcohol
en su traje viejo y raído.”
Curiosa descripción que dice mucho del
poeta intimista que era Antonio.
Aún tendrá
tiempo Manuel Machado de volver a París entre 1908 y 1909,
pero esta vez solo, su hermano trabajaba por entonces como profesor
de francés en Soria, y se hallaba inmerso en plenas cortejeces hacia
la núbil Leonor Izquierdo. Hay que decir que para Manuel Machado, el
París de 1909, ya no será el de 1899, en esa tercera estadía
vagará más solo que acompañado por París, los años locos de
juventud habían pasado, y de los viejos compañeros de andanzas
pocos quedaban.
En esta
situación se mantendrá el poeta realizando varias traducciones para
la editorial Garnier y dejando correr el tiempo una y otra vez
entre las maravillas expositivas del Louvre.
Finalmente,
consumido por el hastío bohemio y el esplín de un París que ya no
era el suyo, vuelve a España para desempeñar cargos no menos
inestables, por ejemplo, como el de secretario de Rubén Darío en la
embajada de su país. Fruto de este hartazgo vital y consciente del
fin de una época: su época, saldrá el celebérrimo El mal
poema.
Unn año después publicará Apolo.
Museo pictórico (1911) donde recoge toda una suerte de sonetos parnasiano-simbolistas, que rinden
homenaje a diferentes obras maestras de la pintura.
Manuel
Machado se acabará casando en 1910, cuando el modernismo empezaba a
dar muestras claras de agotamiento, y cuando el espíritu inquieto
del vate mostraba también los pródomos del cansancio. A partir de
esos años la quietud y estabilidad serán su preferencia. En 1912, conseguirá aprobar un plaza en el Cuerpo Facultativo de
Archivero, Bibliotecarios y Arqueólogos; y por otro lado continuarán sus colaboraciones periodísticas en títulos de prensa como La Libertad
o El Liberal, llegando incluso a desarrollar una prolija obra dramática en colaboración con su hermano, aunque todo esto corresponde a otros capítulos que no nos toca relatar aquí pues otros vendrán y cantarán mejor.
Recopilando para lo que nos trae aquí el asunto, Manuel Machado trajo de París para
sí, un peculiar matiz verleiniano que hoy se puede rastrear en Alma
y Caprichos respectivamente. También el uso de versos cortos, rimas
internas, vagas y atonales así como unas temáticas sacadas de “La
comedia del arte” Ejemplo: Patomima, Pierrot
o Arlequín; o del
ambiente versallesco y la pintura, ejemplos: Watteau en Figulinas,
Versailles, etc.
|
Gilles,
personaje de La comedia del arte, A. Watteau
|
Veamos algunos
ejemplos:
Pierrot y
Arlequín,
mirándose sin
rencores,
después de cenar,
pusiéronse a hablar
de amores.
Pierrot y Arlequín, Caprichos (1905)
Ha llamado a mi
puerta
el Carnaval,
vestido
de Pierrot. “Está
abierta
mi puerta.
Pasa...” Y ante mí, aterido
blanca la faz de
harina
las manos
exangües, ha caído
muerto el pobre
Pierrot. ¿Y Colombina?
Colombina... se
ha ido.
Escena última, Caprichos (1905)
2.
Manuel Machado y la pintura.
2.1 Los orígenes de la
sensibilidad.
Manuel Machado fue uno de los poetas modernistas que mejor, y con más
ahínco, supieron tratar el mundo de la pintura a través de las
Letras. En el apartado anterior nos referimos a París como uno de
los principales focos que iluminó al bardo para configurar su propio
bagaje intelectual. Pero no fue solo la influencia de París, con
sus efluvios simbolistas y parnasianos, quien configuró el intelecto
del tañedor hispano. El contacto de Manuel Machado y sus hermanos con
las Bellas Artes era atávico. No andaríamos desacertados imaginando a los pequeños Machado saciando su sed con los prodigosos búcaros de
Atenea y las nueve musas para mayor gloria de nuestras artes y
letras.
Y
es que la atracción de la familia Machado por la cultura venía ya de
lejos, su padre, Antonio Machado Álvarez fue un importante
folclorista que recogió y estudió la lírica tradicional española;
por otro lado su abuela paterna fue una respetada pintora —entre
otras cosas— de la época isabelina. Tampoco podemos olvidar que
uno de los hermanos, José Machado, dedicó los esfuerzos a blandir sus
pinceles contra los lienzos. Por así decirlo, el ambiente familiar
en el que creció Manuel era tan propicio culturalmente hablando, que
de una u otra forma, la pintura formó parte fundamental de su desarrollo.
Hay
un tercer factor que no puede obviarse para comprender la
intelectualía machadiana: y es la influencia del Krausismo a través
de la Institución de Libre Enseñanza.
Fue alumno de esta escuela entre 1883 y 1889, y además, esa institución colaboró en su día con el padre en sus estudios de folclorismo.
Así, una formación pedagógica y liberal que fomentaba el
aprendizaje directo, evitando en todo lo posible la mera absorción
de datos por medio de excursiones al campo, museos, etc., terminó
de moldear el abierto intelecto de Manuel Machado y sus hermanos.
2.2 Las
formas pictóricas modernistas.
La ideas de la poesía hermanada con la pintura no era invento del
siglo XIX, varios siglos de tradición corrían sobre sus espaldas.
Pues desde la época de los antiguos clásicos estas habían sido
declamadas: el poeta Símónides de Ceos (s VI/V a.C) decía al
respecto.
"La pintura es poesía silenciosa, y la poesía es pintar con el
regalo de la palabra"
Otros como Horacio (s. I a.C) o el propio Leonardo da Vinci (s. XVI)
también recogieron frases semejantes.
“Como la pintura, así es la poesía:
una te cautivará más cuanto más cerca estés de ella, y otra cuanto más lejos te encuentres; ésta
requiere ser vista en la oscuridad, aquella otra a plena luz, pues no teme el examen penetrante del
crítico; ésta gustó una sola vez, aquélla, aun diez veces vista, seguirá gustando” Horacio
Lo que pasó entonces es que la vieja creencia en la fusión de las Bellas Artes
fue recogida por el modernismo, que la desarrolló y quizás amplió
hasta límites insospechados, usando para ello las herramientas que proporcionaron el
simbolismo, impresionismo y prerrafaelismo.
Veamos
ahora las principales corrientes pictórico-literarias que sirvieron
a los poetas en su mímesis:
El
impresionismo: El poeta pinta la naturaleza, pinta el exterior,
pero no de forma realista, se representa una naturaleza filtrada a
través de los sentidos, la captación de matices llega por los
estímulos que el paisaje ha producido. En ocasiones la utilización
de sinestesias, de versos cortos y repetitivos, del uso de metáforas,
anáforas, aliteraciones, etc, actúan a imitación de esas
pinceladas cortas y repetitivas que se dieron tantas veces en las
pinturas de los impresionistas.
Alma son de
mis cantares,
tus
hechizos...
Besos, besos
a millares.
Y en tus rizos,
besos, besos
a millares.
¡Siempre
amores! ¡Nunca amor!
Encajes,
Alma (1902)
Es la mañana
el sol está
—nácar y grana—
peinado ya.
Y el campo,
ahora,
dora y colora.
Su oro deslíe
en el azul.
El río ríe.
La brisa de tul
nocturno pliega
...Y huyendo
juega.
Es la mañana, Alma, museo los cantares (1905)
El
prerrafaelismo: recordemos
antes que nada que el gran guía de ese movimiento pictórico —Dante
Gabriel Rossetti— manejó con sobrada destreza tanto el pincel como
la pluma. Aún hoy, entre los espíritus sensibles de la poesía se
recuerdan con admiración aquellos versos dedicados a la gran musa de
la Hermandad: Elizabeth Siddal. La frescura de esta corriente
estética amiga del primitivismo y medievalismo, cargado de
simbolismos —especialmente en su vertiente dantiana—, como el
lirio emblema de pureza, mujeres misteriosas y hechizantes, jardines
y florestas coloristas u oscuradas, hacen sumergirse al receptor en
una embriaguez de sensaciones. Estos recursos fueron bien recogidos
por los modernistas. Otros como la meretriz, la femme
fatal y la femme
salvífica, también encuentran su hueco, pues las mujeres
desplazadas de los cánones burgueses se hermanan con los mismos
artistas, que al igual que ellas, se ven así mismo como una suerte
de marginales.
|
El
despertar de la conciencia,
de W. H. Hunt.
Esta obra fue muy criticada por lo libidinoso de la
escena.
|
Veamos un ejemplo en Machado:
Crucemos nuestra calle de la amargura
levantadas las frentes, juntas las manos...
¡Ven tú conmigo, reina de la hermosura;
hetairas y poetas somos hermanos!
Antífona,
Alma
(1902)
También las historias y personajes de la biblia atrajeron a la Hermandad Prerrafaelita, especialmente a
Everett Millais y
Holman Hunt pero estas
imágenes se alejaban del tradicional hieratismo academicista cargado de clichés.
|
Cristo
en casa de sus padres de John Everett
Millais. Asombra la naturalidad de la escena, alejada de cualquier
tipo de representación pasional o nimbática.
|
|
Ruth
y Noemí de Philip Hermógenes Calderón, pintor que sin ser de
la Hermandad recibió influencias de estos, especialmente de Millais.
|
Veamos un ejemplo
bíblico en la poesía machadiana.
Una noche esto
vio la última estrella...
y en aquel mismo
día
—pan y amor—, de
Israel sobre la tierra,
tomó Booz por
mujer a Ruth Moabita.
Ruth, Caprichos (1905)
El
simbolismo: se trata de la
corriente estética más importante del modernismo, corriente que al
igual que pasó con el prerrafaelismo, alcanzó a pintores y
literatos por igual, aunque en este caso tuvo a bien prodigarse con
mayor profusión en los campos del papel y la pluma. El simbolismo
resultaba una mirada hacia el interior, donde las metáforas cobraban
una independencia nunca antes conseguida. La palabra pierde el
sentido original, se transforma en un símbolo para alumbrar un mundo
nuevo de imágenes delicuescentes y vagorosas, los colores dejan de
ser meros elementos decorativos para convertirse en transmisores de
emociones, etc. En este sentido Francia y poetas como Verlaine y
sobre todo Mallarmé son sus más famosos representantes. En pintura
el simbolismo tiene entre sus precursores al mencionado Dante
Gabrielle Rossetti o a Gustave Moreau, entre otros.
|
Flora
y los céfiros,
de John William Waterhouse, pintor a medio camino entre el
prerrafaelismo y simbolismo.
|
Veamos un ejemplo en Manuel Machado:
De violines
fugitivos
ecos llegan...
Bandolines
ahora son.
…
Y perfume
de jazmines,
y una risa...
Es el viento
quien lo trae...
El
viento, Caprichos
(1905)
2.3 Hacia Apolo,
Teatro pictórico. Museo y Felipe IV
Apolo. Teatro
pictórico fue el intento más
claro del poeta Manuel Machado por llevar a cabo esa comunión bendita entre la
poesía y la pintura. Pues si en Alma, Museo, Los Cantares (1907) los
poemas tratados rebasaron el campo de lo pictórico hasta llegar a los
literarios, en Apolo. Teatro pictórico todo son obras pictóricas
plasmadas en el lienzo del soneto. En el caso de Museo, además, ni
tan siquiera son todos sonetos. Prestando atención a su versión primigenia,
aparecida en Alma (1902), y formada por tres poemas, solo el soneto a Felipe
IV hace una referencia clara a una obra pictórica —y con todo, tampoco se
especifica cuál, pues son varios los retratos del augusto Felipe IV con esa
descripción—, los otros: Oliveretto de Fermo, y La corte son más bien evocaciones literarias.
Veamos el soneto de
Felipe IV.
Nadie más
cortesano ni pulido
que nuestro rey
Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro
hasta los pies vestido.
Es pálida su tez
como la tarde,
cansado el oro de
su pelo undoso,
y de sus ojos, el
azul, cobarde.
Sobre su augusto
pecho generoso
ni joyeles
perturban ni cadenas
el negro
terciopelo silencioso.
Y, en vez de
cetro real, sostiene apenas,
con desmayo
galán, un guante de ante
la blanca mano de
azuladas venas.
Retratos
de Felipe IV por Velázquez.
Obsérvese
el detalle de la mano.
|
Retrato del Infante don Carlos.
Obsérvese como este sí lleva un guante cogido
"con
desmayo galán".
|
El poema
responde al canon parnasiano,con su predilección por el uso de las formas
pictóricas aplicadas a la poesía, así como por los temas históricos o pasados.
Además no es casual la elección de la forma del soneto, pues uno de los
caballos de batalla en los parnasianos fue siempre la perfección formal. Dicho
lo cual, los lectores más avezados también podrán percatarse de esa fragancias
simbólico decadentes que expele: cansado el oro de su pelo undoso,/ y de sus
ojos, el azul, cobarde. Esas sinestesias actúan como discursos de la
decadencia del propio Imperio que tuvo que arrastrar el monarca en su reinado.
En la
edición de 1907 de Museo se añadieron otras composiciones provenientes en su
mayoría de otras colecciones poéticas, en total Museo se configura con
diecinueve poemas distribuidos en cuatro secciones: 1ª ORIENTE: Abel,
Ruth, Flores; 2ª PRIMITIVO: Castilla, Alvar-Fáñez, Retablo, Don
Carnaval, El rescate, Oliveretto de Ferno; 3ª SIGLO DE ORO: Madrid
Viejo, Felipe IV, La corte, Don Miguel de Maraña Vicentelo de Leca, Un hidalgo;
4ª FIGULINAS: Figulinas, Jardín neoclásico, Versailles, Fin de siglo,
Aquí, en España.
Veamos
ahora un ejemplo de poema alejado de los cánones parnasianos, más cercano al
gusto Fin de siécle, con referencias al alambicado fin de siglo XVIII,
temática francesa:
Fin de siglo
Fue Florián el poeta
de las mejores Amintas
y Batilos, rimador
de una Arcadia elegantísima,
correcta... y un poco sosa
para los que no sabían
que Filis era en la Corte
dama de honor, y Clorinda
mariscala, presidenta,
senescala o camarista.
Estas Filis, Tirsis, Cloris,
Amarilis9...
estas lindas
pastoras de porcelana
de Sévres, eran la vida
del dieciocho francés,
siglo de encajes y rimas,
minuetos, clavicordios...
galante, enciclopedista,
que pintó las miniaturistas
e inventó la guillotina.
Madrigalesco y eglógico
y cortesano, sabía
hacer la guerra entre encajes
y enamorar entre rimas
sonriendo... Entonces era
la religión la sonrisa;
la ley, ser cortés; la moda,
las pastoriles poesías...
y Florián, el mejor
de los cantores de Amintia...
Se sabe
que Florián
le
pegaba a su querida .
2.4 Apolo.
Teatro pictórico.
Si en Museo vimos referencias no solo
pictóricas, como si de un museo de historia se tratara, en Apolo. Teatro
pictórico, estamos ante una verdadera pinacoteca, quizás la écfrasis sea
más evidente cuando al referirse a obras concretas e individualizadas, salvo en
casos como las de la escuela sevillana o escuela francesa, pero no por ello se
dejan de transmitir las sensaciones y emociones del poeta, los símbolos están
tan presentes o más que en el soneto de Felipe IV. Así, Manuel Machado aparece
ante el lector como un guía, un guía poético que ante obras concretas e
individualizadas nos explica líricamente cada uno de los lienzos que ha tenido
a bien plasmar en su sala. El parnasianismo es claro, todas las composiciones son
sonetos, y estos actúan como un nuevo lienzo donde trasladar el dibujo a un
nuevo formato: el de los versos. La versión de 1911 añadió una novedad que no
hizo sino mejorar la ya mencionada hermandad de las artes: en doce de los
veinticinco poemas de Apolo hay ilustraciones encartadas con el objetivo
claro de hacer que esa écfrasis sea mejor captada por el receptor aumentando
así la fruición producida con la cadente corriente de versos que dejan fluir
las páginas de Apolo.
Veremos ahora el índice con la lista de cuadros
y artistas que aparecen en la obra de Machado y por último algunos ejemplos.
Índice de ilustraciones:
Artista
|
Cuadro
|
Con o sin ilustración
|
|
|
|
Beato Angélico
|
La anunciación
|
Ilus.
|
Van-Laet
|
Dña Juana la Loca
|
Ilus.
|
Sandro Boticelli
|
La primavera
|
No ilus.
|
Leonardo da Vinci
|
La Gioconda
|
Ilus.
|
Tiziano
|
Carlos V
|
Ilus.
|
|
Desnudos de mujer
|
Ilus.
|
Veronés
|
Asuntos bíblicos
|
No ilus.
|
Rubens
|
La Kermesse
|
No ilus.
|
Rembrandt
|
La lección de anatomía
|
No ilus.
|
Zurbarán
|
Entierro de un monje
|
No ilus.
|
Greco
|
El caball. de la mano en el pecho
|
Ilus.
|
Velázquez
|
La infanta Margarita
|
Ilus.
|
|
Don Juan de Austria
|
Ilus.
|
Murillo
|
Escuela sevillana
|
No ilus.
|
Van-Dyck
|
Un príncipe de la casa de Orange
|
Ilus.
|
Teniers
|
Escenas de costumbres
|
No ilus.
|
Escuela francesa
|
Siglo XVIII
|
No ilus.
|
Watteau
|
L' indifferent
|
No ilus.
|
Goya
|
La reina Mª Luisa
|
Ilus.
|
|
Carlos IV
|
Ilus.
|
|
Los fusilamientos de la Moncloa
|
No ilus
|
Gavarni
|
1850
|
No ilus.
|
Manet
|
El balcón abierto
|
No ilus.
|
Sergent
|
Carmencita
|
Ilus.
|
Ejemplo 1º
La campanada blanca de maitines
al seráfico artista ha despertado
y, al ponerse a pintar, tiene a su lado
un coro de rosados querubines
Y ellos le enseñan como se ilumina
la frente, y las mejillas ideales
de María, los ojos virginales,
la mano transparente y ambarina.
Y el candor le presentan de sus alas
para que copie su infantil blancura
en las alas del ángel celestial,
que, ataviado de perlinas galas,
fecunda el seno de la virgen pura,
como el rayo del sol por el cristal.
La
anunciación de Beato Angélico.
Este poema abre la
serie Apolo, su autor
Fra Angélico fue un fraile dominico y artista
cuatrocentista, vemos como el soneto parece aludir a las diversas
partes de la enunciación, de esta forma no se limita a describir la
obra, de echo lo hace vagamente y tomándose las libertades ya
acostumbradas como en el caso del ángel
ataviado de perlinas
galas, las alas del ángel
tampoco son blancas, pero como simbología tiene completo sentido al
relacionar el blanco con la pureza. La écfrasis en este poema se
refleja más en la descripción de la piel de la virgen y y en la
acción del rayo. No resulta casual que este soneto inicie la obra con referencias al artista que se pone a pintar guiado por los
querubines, pues esto no deja de ser una versión renacentista de la idea más
moderna del poeta iluminado por su estro; así, de la misma forma Manuel Machado también
inicia Apolo inspirado
como lo hiciera Fra Angélico con sus querubines.
Ejemplo 2º
A este joven señor, tan bellamente vestido,
blanco el traje y la gorguera,
blanca la tez, envuelve en luz poniente
el oro viejo de su cabellera.
De su apostura la elegante gracia
tiene una laxitud de laxitudes,
y en el pecho podridas las virtudes
de su clara y fatal aristocracia.
Tedio y desdén en la orgullosa frente
vago pesar en la mirada infausta...
Lujosísima espada en joyas rica.
Cruza una banda el gusto indiferente.
Blanca mano espectral, de sangre exhausta,
y en la mano un limón, que significa...
Un príncipe de la casa de Orange de Van-Dyck.
Otro
caso donde lo que se busca es interpretar más que que representar,
donde la etopeya se hace más clara; vemos a un príncipe del siglo
XVII, y los versos recuerdan ligeramente a los de Felipe IV, pero si
en el caso del monarca la decadencia que se quería plasmar se
mostraba con cierta condescendencia, en el de este príncipe de
Orange —que no lo es— la decadencia es reforzada con epítetos
negativos que se corresponden con diversas partes del cuerpo: pecho/
podridas virtudes; frente/ tedio y desdén; mirada/ infausta; sangre/
exhausta. Así
los rasgos físicos y espirituales aparecen totalmente ligados. Con
respecto al personaje representado se trata realmente de un noble
escocés, James Stuart duque de Richmon.
Ejemplo 3º
Esta española
yanki, y tan francesa,
que es toda España
—para el mundo— tiene
un ardor en los
ojos, que le viene
de un corazón de
virgen satiresa.
Mística, y tan
carnal, sabe de amores
únicos y de
espamos indecibles.
Y coloran sus
labios los terribles
rojos de las
heridas y las flores.
Pasión rugiente
duerme en su ancha ojera,
y en el seno
magnífico, que exulta,
un gran valor y un
miedo milenario...
Puesta la mano en
la gentil cadera,
junto de la morena
carne oculta
una navaja y un
escapulario.
La
Carmencita de John Singer
No resulta casual
que Machado cierre
Apolo. Teatro pictórico
con una obra contemporánea del artista John Singer, este autor de
origen norteamericano había recibido su formación en Europa, y
entre sus más influyentes pintores estaba Velázquez. Singer se
convirtió en un afamado retratista de la sociedad acomodada de su
tiempo, incluso en su obra Las hijas de Edward D. Bolt,
supo captar
las figuras de unas niñas en un interior como lo hiciera en su día
el genio sevillano con Las Meninas. Con respecto al cuadro la mujer
representada de forma galana y ademán orgulloso,era una bailarina
española famosa en la época, conocida en un primer momento por el
pintor en París (1889); después viajó a la costa este de EEUU
para llevar a cabo una gira, y en Nueva York Singer volvió a
coincidir con ella, será allí donde le pedirá posar por dos veces para unos encargos.
Machado, sin duda, debía conocer bien los movimientos de la
bailarina pues alude en sus primeros versos al recorrido de la misma.
La formula utilizada en la descripción condensa los tipismos de la
mujer andaluza tan retratada en el romanticismo, no es extraño ver
en ella una nueva Carmen, una mujer pasional y femme fatal,
que porta escondida una navaja y un escapulario. Así
este Machado, poeta andaluz y aficionado a los toros pone la guinda
final a su Apolo con
un soneto cargado con los tipismos casticistas de las mujeres de su
tierra.
3. Conclusión
y poema.
Manuel
Machado fue en su momento el gran pintor de la poesía, nadie como
él prestó y rindió tal tributo a la relación de
las Bellas Artes y la Literatura. Hemos visto como la elaboración de
Apolo no es más que la culminación de ese interés por la pintura
que tuvo desde niño, y así, echando la vista atrás, encontramos
que la pronta influencia familiar —su abuela y hermano practicaron
con la pintura—; la instrucción en la Institución de Libre
Enseñanza —que llevaba a sus alumnos a visitar museos—; y sus
estadías en París —que le permitieron tomar contacto con las
más innovadoras corrientes estéticas así como conocer el Louvre—, sirvieron para hilar un tapiz de bellos
versos donde los pinceles transmitieron sus colores en forma de una
poética simbolista. El parnasianismo, simbolismo y decadentismo se
dejan ver por los diferentes cuadros machadianos, desde los primeros
atisbos en la sección Museo
de 1902, hasta su culminación en 1911 con Apolo.
Hoy, más que nunca, se hace necesario una nueva reedición crítica
de esa colección de poemas pues los avances en el estudio y estética
del poeta, y el interés práctico en el campo de las relaciones de
hiepertextualidad merecen, por sí mismos, una atención especial a
la obra de Manuel Machado.
Para concluir dejo aquí mi aporte lírico a una causa que nunca
estará perdida mientras haya espíritus inquietos que vibren todavía
con la experiencia de la unión de las Bellas Artes.
Las letras y las artes.
Las
letras y las artes
se corresponden a una hermosa pareja,
que cual buenos amantes
devora los frutales de la naturaleza.
Allí ricos pintores
dan trazadas de signos y lazadas de letras,
y plastifican guiones
que narran irisadas y picantes escenas.
Literatos escriben
en lienzos de algodón imprimados de poemas,
también prosan sus tristes
matices
en collages
de cuentos y novelas.
Los músicos más clásicos
tocan discursos de pensadoras corcheas,
propugnan sus teclados
justos acordes y resonancias perfectas.
Y esos locos filósofos,
exquisitos compositores de almas creencias,
toman restos sinfónicos
trasladando las mentes a etéreas orquestas.
Las letras y las artes
se corresponden a una hermosa pareja
que mirándose yace
embriagada por tintos colores de acuarela.
--------------------------------------