Raúl Herrero, escritor y editor —patafísico y surrealista— se presenta sin cortapisas para hablar sobre la literatura y sus trabajos artísticos y editoriales.
La primera vez
que conocí a Raúl Herrero fue en una presentación de la librería Antígona, yo
acudí a esta para ver al erudito Javier Barreiro presentar un nuevo libro sobre
Guillermo Osorio, uno de esos bohemios menores —si es que alguna vez
hubo uno grande— que quedaron olvidados por
el paso del tiempo y que por feliz casualidad, servidor, también curioso
acumulador de las obras de esos mártires vilipendiados por escritores
adocenados tenía un ejemplar original en mi haber. Recuerdo que Raúl Herrero
—a la sazón editor de aquella publicación—,
me llamó soberanamente la atención por la inrutinariez de alguno de sus complementos. Y es que aquellos
que conozcan a Raúl Herrero sabrán de
sobra que una de sus cartas de presentación es la muestra de un
pintoresquismo bien traído, acorde con una personalidad simpática y afable:
propia de gentes independientes que saben que en un mundo gris y programado, hacer gala de originalidad no es sino otra forma de contestar al sistema.
Pasado el
tiempo, tuve el placer de conocer de la mano de mi consocio de alegrías y
tribulaciones poéticas, José Gabarre, a Raúl. Por aquel entonces regentaba
junto a su mujer Esther una suerte de lencería-librería que con acierto se
llamaba Espacio Ralo, y que hoy ha
quedado tristemente en el recuerdo por no superar los embates de la crisis que
nos carcome. Una de las particularidades de las que hace gala Herrero, es de su
pasión por los aspectos más inopinados de la cultura: ora puede estar
disertando sobre sesudas filosofías de Fernando Arrabal, ora puede hablarte de
los grandes clásicos del cine péplum o westerm, ora del mundo de la bohemia y
sus anécdotas. Y es que para este editor,
totalmente refractario a las altiveces academicistas o los dogmas literarios,
el descubrimiento, y puesta en valor, de todo aquello que pudiera aportar algo
a nuestro acervo cultural son siempre motivo de alegría.
De Raúl Herrero
también podría contar que es un escritor, pintor, editor…, que ha publicado más
de 13 libros, entre ellos el aclamado Los trenes salvajes que ya va por su segunda edición aumentada; también que ingresó en el Colegio de
Patafísica de París como ‘Auditor Real’ en 2003, y ha organizado alguna que
otra velada de dicho movimiento en Zaragoza…; pero al final, como tales
presentaciones suelen serlo habitual, y el avezado lector las puede hallar en
su página web, o en otras entrevistas semejantes, mejor decido a finar estas
líneas introductorias para dar paso a una entrevista —sin censuras censureras—
que a buen seguro resultará más amena que unos párrafos míos introductorios.
Raúl Herrero brindando por la vida |
1. Para empezar: cómo escritor que cuenta
en su haber con una larga producción poética, narrativa y dramática ¿cómo describirías
tu estilo? ¿Cuál te influencia más en el devenir de tus obras?
Bueno lo cierto
es que a medida que uno va creciendo también va evolucionando y modificando sus
gustos, se aumenta la capacidad de entendimiento, conoce la obra de más
autores, etc. En cualquier caso sí que hay una serie de líneas que
evidentemente me han interesado: la poesía parnasiana, por ejemplo, los
simbolistas, las vanguardias históricas o el surrealismo, sobre todo; de hecho
este último movimiento fue el que a mí me animó a escribir y dejar de ser un
lector sin más. Por otro lado están aquellos considerados ‘raros’ y que me han
influenciado de una u otra forma como Ezra Pound. Además puedo mencionar aquellos libros, que por la razón que sea, se
salen un poco fuera de la estética de un autor como Pasión de la tierra de Vicente Alexandre, Poeta en New York o el Diván
de Tamarit de Lorca, Julián Ríos con su novela Poundemonium. Por último tengo a mis grandes estrellas, por
decirlo de algún modo, como Juan Eduardo Cirlot en ensayo, o Francisco Pino en
poesía; otros serían Antonio Fernández Molina, Fernando Arrabal, Samuel
Beckett, James Joyce; y ya en dramaturgia Shakespeare, Cervantes, Ionescu…; y
aunque pueda sorprender Los payasos de la
tele con Gabi, Fofó, Miliki y demás, cuyas interpretaciones televisivas
resultaban auténticas comedias de situación haciendo gala de un amplio dominio
de la comedia.
También el
realismo mágico me atrae o ha influenciado de alguna manera, pero el realismo
mágico previo al boom hispanoamericano; lo que no me interesa para nada es el
realismo y el naturalismo.
-¿Entonces Galdós y Zola no te gustan?
No claro,
Galdós y Zola me gustan, pero creo que Galdós de haber vivido más se habría
desprendido del realismo; por ejemplo, escribió en 1909 El caballero encantado cuya estética es más afín al modernismo, y
además tiene el relato fantástico y humorístico ¿Dónde está mi cabeza? En mi opinión habría
acabado siendo un escritor algo parecido a H. P. Lovecraft. Hoy la narrativa y
la poesía están demasiado influenciadas por el realismo, y a mí me aburre volver
sobre eso una y otra vez, aunque sean temas urbanos, aunque los quieran remozar
y vestir de otra manera. Salvaría tan solo las novelas de género: el western, el
policíaco, etc., ahí sí que encuentro un atractivo especial pues su atmósfera
es diferente.
2. Dentro de las distintas disciplinas que
trabajas ¿cuál de ellas te ha reportado más satisfacciones y cuál más
quebraderos de cabeza?
Satisfacción
ninguna. Primero porque me autoflagelo mucho: aquello que escribo un día, al
otro me parece una porquería; y por otro lado, porque he sido muchos años
demasiado impaciente, y eso ha provocado que entregara a la imprenta alguna
obra antes de tiempo. Mira, una vez le preguntaron a Sinatra si escuchaba sus
discos, y este respondió que no escuchaba ninguno porque en todas las canciones
encontraba fallos, pues algo parecido me sucede a mí; incluso en los poemas más
trabajados, una vez entregada la obra a imprenta, si pudiera, cambiaría alguna
cosa. Por ejemplo, me pasa que alguna vez cuando me han pedido poemas antiguos
para alguna antología o cosa parecida, suelo modificarlos, cambiar algún verso,
una coma, intentando mantener la esencia, eso sí, pero son pocos los que se
libran y los dejo tal cual. En fin soy así ¡qué le vamos a hacer! Por otro
lado, tampoco he tenido una obra que haya dado un salto cuantitativo enorme y se
lea en varios países.
-Ya bueno, pero con el teatro sí que has
cruzado el charco.
Sí, en ese caso es verdad, en teatro he tenido
reconocimientos: El hombre elefante
se interpretó en Buenos Aires, siendo una obra complicada porque está escrita
como si fuera una obra narrativa, y eso algunos no lo entendieron en su momento;
también hubo una lectura dramatizada de mi Cervantes de perfil o la venta de los milagros en el Museo-Casa de
Cervantes de Valladolid. Fueron dos momentos que me causaron primero sorpresa y
luego satisfacción, no lo voy a negar.
3. Decía el gran crítico Octavio Paz que el
poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el
hombre. Es decir, entre lo divino y lo terrenal, para mostrar al mundo la
riqueza interior guardada sin saberlo ¿No crees que hoy día, quizá, tal idea de
encuentro se está perdiendo, que algunos poetas escriben, casi de forma
industriosa, tratando a su poesía como un producto para ser consumido
rápidamente en twitter o lugares semejantes?
Me gusta mucho
esta pregunta: sí creo que hay, hoy día, una poesía de consumo rápido que las
editoriales defienden argumentando que es lo que el público demanda, y yo les
contestaría: que será lo que demanda la gente que no lee poesía, o no sabe leer
poesía. Pero no solo es la poesía, es que además veo que muchos de los premios
nacionales, me refiero a esos grandes premios, se otorgan a un tipo de poesía
de baratillo. Una poesía que a mí me daría vergüenza llamarla poesía incluso; y
lo peor es que no aporta nada. Parece que la zafiedad, y el poco uso, cuanto
menos mejor, de figuras retóricas haga a uno mejor escritor. Creo que si tú
quieres que la gente de hoy día mueva sus neuronas debes utilizar las figuras
retóricas. El mundo, desde un punto de vista hermético, es simbólico, esto ya
es una figura retórica en sí mismo. Por lo tanto, si nos queremos plantear
cualquier cuestión, incluso filosófica, y lo hacemos con un lenguaje exento de
retórica, lo que ahora se viene a llamar un lenguaje sencillo o pulcro, solo estamos
fomentando la pereza intelectual.
-¿Crees que a lo mejor lo que hoy día se
pretende es facilitar la literatura, hacerla más fácil, para que llegue a un
público más amplio?
Pero es que el
camino es a la inversa, la gente tiene que llegar a la literatura. No reniego
de poner facilidades, por supuesto, el camino está en introducir a la gente con
los poemas más simples, más sencillos, pero poco a poco hay que ir ahondando, no
se pueden quedar ahí. A mí me da sensación de que al final nos quedamos
simplemente con lo sencillo, sin ahondar en lo literario. Es como si a un niño
nunca le quitas la papilla bajo el argumento de que no va a aprender a
masticar. ¡Eso no puede ser! Y claro, esto se ha convertido en la poesía
oficial, una poesía oficial que a mi juicio es artificial porque muchos poetas de
calidad se han pasado a ese tipo de escritura solamente para conseguir premios.
Resulta escandaloso y sobre todo una pérdida literaria, además de una pereza
intelectual que no conduce a nada Y así, esta literatura se replica y replica
en una serie de autores que siguen el mismo esquema, y consideran que cualquier
tontería es poesía; cuando la poesía ha sido siempre una esencia literaria que
se vuelca como un germen, un átomo que llegando a explosionar podría ser un
cuento, una novela… incluso ocasionar cien literaturas.
Aquella gente
está convirtiendo la poesía en una literatura chabacana que solo sirve para
contar su vida, sus problemas de amor, sexo…, pero de una manera absolutamente
insignificante. Parece que haya muchas cosas ingeniosas y pocas genialidades, tal
frase me la dijo años atrás Fernández Molina: “en la poesía contemporánea hay
muchas cosas ingeniosas y pocas genialidades”. Yo mismo cuando he escrito
algunos poemas, si he querido que hubiera alguna cercanía mayor con el lector,
los he simplificado, pero no hago todos así; es más, considero que tomarlo por
norma es un verdadero insulto hacia el lector. Estamos ante la pescadilla que
se muerde la cola: los poetas que quieren vivir de esto escriben así para ganar
grandes premios y conseguir notoriedad, y los jurados, ya acostumbrados,
otorgan los premios a los mismos. Se piensan que escribir con figuras retóricas
es algo anticuado, pedante, y todas esas
chorradas por el estilo. Yo por ejemplo, entre Espronceda y Bécquer he
preferido siempre a Espronceda, pues hasta cierto punto Bécquer representa esa
simplificación de la que hablamos, pero evidentemente con un genio y un talento
que hoy no se encuentran. Y por otro lado que actualmente exista una suerte de
poetas andaluces, que por seguir esa línea de la poesía sencilla y popular, se
consideren herederos de Lorca o Alberti me parece un insulto a la literatura. Evidentemente
Alberti y Lorca escribieron poesía popular, pero también otras obras más complicadas
desde un punto de vista literario. El populismo, o la poesía popular, no puede
ser una excusa para hacer una literatura peor que la del pliego de cordel. Yo
veo que ha habido una degradación en la liberalidad de la poesía, y hemos
pasado de la poesía en prosa al todo vale, dando así por válido que cualquier
frase ingeniosa lanzada por un espabilado en una tasca cualquiera se califique
como poema.
La poesía
requiere de una concentración de recursos, y para mí, acercarse a lo sagrado.
La música, la poesía…, surgen de un intento de acercamiento a lo sagrado,
entendido este en un sentido amplio, filosófico si se quiere. Y todas estas
verdades de medio pelo de la vida urbana donde una chica se queja porque la
miran de una forma, o no la miran porque es rara, puede resultar gracioso o
incluso ingenioso, pero nada más.
También hay
casos de gente que tienen una escritura correcta, incluso alardean de ser
hipercorrectos, pero… ¿y qué? César Vallejo tenía faltas de ortografía, y no
por eso era mal poeta; Cervantes escribía sin comas; a mí déjame antes con
César Vallejo o Cervantes, que con un señor que escribe pulcramente, muy
perfecto, pero que en el fondo no dice nada: esa gente me aburre soberanamente.
Por un lado hay un analfabetismo funcional, y por el otro, un hiperengreimiento
a la hora de la corrección. Rubén Darío, por ejemplo, tiene casos de
correcciones en ediciones posteriores, etc. Y luego están los correctores de
grandes editoriales que te reescriben el libro si te descuidas. Erik Satie o
Hector Berlioz tenían graves deficiencias de conocimientos musicales, y sin
embargo crearon estupendas composiciones.
En definitiva hay
que reivindicar ya, y sin pedanterías, una literatura seria.
4. Atendiendo a tu faceta de artista, por
lo que he podido saber, te diste a conocer allá por el año 1993 con la
exposición colectiva 'Poemas radiografiados', llevada a cabo en la Biblioteca
de Aragón. Desde entonces has realizado múltiples de ellas, e incluso desempeñado
la faceta de ilustrador para obras de Manuel Esquilor o Fernando Arrabal, entre
otros. Así pues, me veo en la obligación de hacerte la siguiente pregunta: ¿Qué
fue antes: el pintor o el poeta? Y por otro lado ¿Qué ves en común, o qué
cualidades, crees en tu opinión, que comparten ambas disciplinas?
Pues no me
acuerdo, pero Jean Cocteau decía algo así como que pintar era estirar el rasgo
de las palabras. Desde que era niño escribía mis propias composiciones y me he
divertido con la pintura, pero lo cierto es que me resulta más prioritaria la
literatura. Tiempo atrás hice un documental sobre esta faceta mía, y ahora estoy
inmerso en otro proyecto, aunque ya digo que la pintura no es lo más
fundamental para mí. Este año por ejemplo me pidieron un cuadro para la
exposición multidisciplinar del Ateneo Jaqués sobre Frank Sinatra, y como además tengo un poema
dedicado a Sinatra, y he intervenido en alguna inauguración, me ha parecido perfecta la proposición y he colaborado gustosamente.
Si te soy
sincero con la pintura no soy tan exigente como con la literatura; en la
pintura siempre me divierto, y quizá con la literatura no me pasa tanto
precisamente por estar pendiente de la crítica, aunque ahora estoy tratando de
volver a divertirme con ella. Como decía Fernández Molina que también ejerció
el arte plástico: “yo soy un escritor, o alguien que hace cosas con las letras,
y además pinta”.
Otra cosa
diferente es aquella pintura realizada por escritores como Victor Hugo,
Cocteau, Gómez de la Serna… Me interesa mucho la pintura realizada por
literatos, es una plástica por la que tengo una gran predilección; también me
interesa lo contrario, la escritura de los pintores, como las obras de teatro
de Picasso o Dalí. Para mí Dalí fue mejor escritor que pintor incluso: la obra
literaria de Dalí es una de las cumbres del siglo XX. Me leí, no hace mucho, un
compendio de sus entrevistas, y me pareció sensacional; y tiene esa otra novela
intitulada Rostros ocultos, escrita
en 1943, donde narra toda una suerte de decadencias de la burguesía, y que
puede considerarse visionaria, pues adelanta lo que será el fin de la II Guerra
Mundial llegando a contar cómo Hitler
pierde la guerra y finalmente muere en una especie de torre rodeado de las mejores
obras de arte del mundo. Esta obra es clave además, porque sirve para rebatir,
o desmentir, aquellas calumnias que se vertieron contra el pintor tildándolo de
filonazi. Dalí escribió Rostros ocultos en
1943, cuando la guerra no estaba nada clara, por tanto ¿qué habría pasado si Alemania gana
la guerra? Para mí esto cuenta más de la personalidad del pintor que lo que
después se ha escrito sobre él.
5. Atendamos ahora a tu labor editorial. Desde
1998 diriges la editorial Libros del Innombrable que se propone, según explicas en tu web: editar a personajes
"raros", libros descatalogados, traducciones inéditas en castellano,
etc. En mi opinión resulta una tarea
valiente por lo arriesgado de la empresa en un mundo tan abarrotado de
publicaciones, pero, ¿cómo nació el planteamiento de dicha línea editorial? ¿Has
notado en estos años que el interés por esa literatura, quizá más selecta o
especializada, ha crecido?
Bueno, antes de
Libros del Innombrable tuve otra editorial
llamada El último Parnaso con una
serie de amigos, pero cuando esta sociedad se rompió, decidí continuar la labor
por mi cuenta debido a que tenía pendientes algunos libros que deseaba
publicar. El primer libro fue Los Raros
de Rubén Darío, un ejemplar por el cual llevaba tiempo detrás de él y no había
forma de encontrarlo; de hecho, aún hoy día, creo que tan solo hay dos
reediciones modernas en España. Por otro lado estaban aquellos autores que me
interesaban a nivel personal y creía que se debían dar a conocer mucho más como
Fernández Molina. Después de esto, cuando fui siendo reconocido editorialmente,
me llegaron proyectos de gente nueva, que por una u otra razón parecían
interesantes, y aposté por ellos; desde entonces el abanico se ha ido abriendo a
varios proyectos como traducciones, y donde me gustaría resaltar las de poesía
nórdica, ya que siempre he sentido una cierta predilección por lo nórdico.
Con respecto a
la segunda pregunta, más que crecer el número de lectores en ese sentido, lo
que he notado, por lo que sea, que en un momento dado se pone de moda un autor
o un libro, y aquello que llevaba editado diez años y no se vendí tan apenas, comienza
a ser demandado. Debemos entender que la situación actual es paupérrima, casi
diría yo de posguerra: mi familia siempre se ha dedicado a las ventas y yo
ahora estoy viviendo cosas que solo conocía por historias de mis abuelos en
cuanto a conceptos de ventas, etc. Ahora hay menor poder adquisitivo y por
consiguiente se compra menos, además están las bibliotecas donde uno puede
coger los libros que desea, y me parece fabuloso, porque al final se trata de
que se lea.
6. En el mundo de los raros, la bohemia
tiene un lugar predilecto. Colaboras en un programa de radio donde has
departido sobre alguno de aquellos personajes como el mítico Florencio Moreno Godino. Para ti, cuyo interés por dicho fenómeno artístico es harto conocido
¿qué es o qué significó la bohemia?, y sobre todo ¿Crees que actualmente quedan
bohemios como los de antaño?
La bohemia es
el último intento romántico por hacer del arte una profesión, dentro de ese
entorno burgués, o mejor dicho, de cómo consideraba que tenía que ser el
trabajo la burguesía. El bohemio surge de la ruptura con el mecenazgo, del
intento de dejar de depender, como había sucedido hasta la fecha, de nobles
altruistas o filántropos. Hubo una bohemia productiva que se reunía en cafés, y
allí, compartiendo ideas surgían movimientos literarios: había entonces un mayor
sentido de hermandad, de comunidad, hoy desaparecido. Los miembros de las
vanguardias históricas, incluso el movimiento pánico, se reunían en las
tertulias de los cafés para discutir sobre las grandes cuestiones.
Sobre el
bohemio puedo decir que es aquel que se niega a trabajar de otra cosa que no
sea su arte, aunque para ello viva precariamente, y esto entronca en España
incluso con la picaresca. Quizá por una cuestión coyuntural muchos de aquellos
bohemios, como Pedro Luis de Gálvez o Pelayo del Castillo acabaron rozando el
mundo de la hamponería, al establecer relaciones con ese mundo rayano en la
delincuencia, la prostitución, etc. La cuestión aquí estriba en si esto es algo
pasajero o estructural. Hubo casos de miembros de los cenáculos bohemios, cuya
literatura ha resultado secundaria o no ha quedado casi nada ella, y sin
embargo han pervivido gracias a esas anécdotas que en muchos casos escribieron
sus correligionarios. Luego, sí que es verdad que hay otra bohemia más alegre,
la de aquellos que, hasta cierto punto, han triunfado, y por la cual yo me
intereso más. Por ejemplo, tenemos a Gómez de la Serna o Cansinos Assens que
fueron literatos cuyo trabajo y dedicación por la literatura fue enorme. También
hay otros bohemios que me interesan por lo raro, como Silverio Lanza, que
escribió una suerte de novelas y cuentos nada desdeñables.
Por concluir,
puedo apuntar que la bohemia fue un caldo de cultivo imprescindible para
entender el arte como lo comprendemos ahora: incluso la dignidad del arte; esa
dignidad de decir “yo quiero dedicarme a esto asumiendo todas las consecuencias
que conlleva”. La bohemia es algo muy serio, y aquellos que la critican hoy día,
o la consideran algo inferior a la gran literatura, son unos pedantes, por no
decir algo más gordo, pues tienden a juzgar desde una visión superficial y reduccionista
sin saber lo que significa o conlleva una vida así.
7. En una ocasión, no sé si lo recuerdas,
en las casetas de la feria del libro, me contaste algunas anécdotas divertidas
que pasaste con Antonio Fernández Molina y Fernando Arrabal, ¿podrías compartir
alguna de aquellas para los lectores de esta entrevista?
Bueno recuerdo
una que me contó Fernando Arrabal en la que acudió a los Premios Mariano de
Cavia, que presidían los reyes, y la etiqueta le obligaba a llevar smoking y
encima de este el gabán con una especie de bufanda blanca, el caso es que como en
el último momento se dio cuenta de que no tenía la bufanda acabó cogiendo una
toalla de hotel y se la enrolló al cuello. Y de Fernández Molina te podría
contar una gira que hicimos al editarle la antología de cuentos La vida caprichosa, conmemorando los 50
años de la publicación de su primer libro. Lo que pasaba en algunas ciudades es
que tenía por costumbre llevarse algún huevo duro de los ambigús y se lo metía
al bolsillo, y cuando salíamos a la calle lo sacaba y lo mostraba a alguna
desprevenida señora para a continuación preguntarle con sorna: “¡Señora! ¿Quiere
usted un huevo mío?”
Hay que tener
clara una cosa: un poeta, un artista en general, debe ejercer de lo que es, y
el artista tiene que tener un punto de irreverencia, sin caer por ello en la
provocación vacía o en la ofensa, cosa también difícil y que no todos saben; yo,
por ejemplo, soy consciente de que mis actuaciones pueden resultar excéntricas
para algunas personas pero a mí no me importa lo que piensen; se trata de que
al final uno no renuncie a sus particularidades más estridentes mientras no
sean actos que perjudiquen a terceros o resulten de mal gusto. Arrabal y Molina,
por volver a ellos, han ejercido esas particularidades sin importarles el qué dirán;
nunca vi de ellos sobreactuaciones o impostamientos: fueron anécdotas que
surgían de su personalidad; por eso mismo, con ellos, he vivido los momentos
más divertidos de mi vida. Para mí, tales momentos han resultado más
importantes que otros, los cuales, la presión social me ha intentado hacer
creer que eran de una gran trascendencia. Cuando tenga ochenta años, si llego,
seguro recordaré, no las penalidades y situaciones adversas en cuestiones
literarias, sino las anécdotas divertidas que he vivido con ellos.
8. Recientemente has publicado una obra conjunta titulada Extraño Oeste, en mi
opinión se trata de un claro homenaje a la ‘fantaciencia’ con aspecto de novela
westerm de los sesenta y matices fantasiosos lovecraftianos. ¿Cómo surgió tan
hilarante proyecto? ¿Te costó mucho encontrar a esos vaqueros de la pluma,
dispuestos a disparar sus relatos y conquistar tamaña empresa?
El embrión de
todo esto surgió hacia el 2009 cuando escribí un guion que no llegó a
realizarse sobre temática western. Este género, aunque tiene unos paisajes muy
delimitados, da juego para muchas interpretaciones. El director aragonés José
Luis Borau dijo una vez que la mejor forma de aprender a hacer cine es rodando
un western, y él rodó una película western llamada Brandy en 1963. Luego, algo que a mí me parece muy importante, es esa
dualidad moral que se plantea en el western más evolucionado y psicológico; esa
dicotomía moral que enlaza, también, con las novelas de piratas: donde
descollan los personajes duales, porque aunque sean buenos tienen un pasado
dudoso o de lo contrario no serían piratas claro está. Un caso palmario sería el
del patibulario John Silver en La isla
del tesoro; de este, por ejemplo, cabría preguntarse si realmente era amigo
del niño o no lo era, o lo que hacía, si lo hacía por interés o había verdaderamente
un afecto por el muchacho. En definitiva son cuestiones que quedan en el aire y
resultan muy ambiguas. En el relato que yo escribí para Extraño Oeste ocurre algo parecido: hay un pistolero llamado Buddy que
congenia con el hijo del embalsamador, pero hasta el final no se resuelve la cuestión de si realmente son
amigos o se han unido por interés.
Más tarde, y
por volver con el relato de cómo surgió el proyecto de Extraño Oeste, estábamos Iván Humanes y yo, cierto día, tertuliando
sobre novelas coincidimos en que la literatura ‘seria’ comenzaba a resultarnos
latosa; y en ese momento Humanes se estaba interesando mucho por la serie B, especialmente
por aquello que ofrece de apertura, de diversión, donde la verosimilitud te la
puedes saltar hasta cierto punto dentro del contexto. Extraño Oeste está planteado en su origen como un homenaje a la
serie B, aunque iba a tratar más géneros; pero Humanes entonces me enseñó el western punk y sus posibilidades, me
gustó y a continuación buscamos otros autores que nunca hubieran escrito nada
parecido, algunos siquiera se interesaban por el western y luego se tornaron en
fervientes amantes del mismo. Creo que el resultado es muy interesante, por lo
que aporta de diferentes visiones. Te puedo adelantar, además, que el año que
viene presentaremos el libro en el mismo lugar donde se rodó el duelo final de El bueno, el feo y el malo, en el
cementerio de Sad Hill, allá en la
provincia de Burgos, cuyos exteriores están recuperando por fortuna.
Por finalizar
puedo decir que por ser una obra coral Extraño
Oeste tiene muchas lecturas, más o menos profundas, más o menos divertidas,
por lo que en cierta manera permite que, tanto un lector exigente como otro
menos versado puedan disfrutar de los relatos por igual.
Portada de 'Extraño Oeste' y calendario de presentaciones |
9. Y ya para concluir, y como viene siendo
habitual, quiero que recomiendes a los lectores tres autores fundamentales para
ti, y que expliques brevemente por qué no deberíamos abandonar este mundo sin
haberlos leído.
Bueno, el
primero que voy a citar es Antonio Fernández Molina. Se trata de un autor con
una literatura muy personal y original: y por extensión independiente. Su obra
está a la altura de los mejores a nivel mundial, y aquí no estoy exagerando;
estoy convencido de que si su literatura estuviera traducida al francés o al
inglés, ahora mismo gozaría de un amplio reconocimiento internacional. El
desarrollo novelístico de Fernández Molina es el ejemplo del desarrollo
novelístico de una novela del siglo XX; puede llegar a un nivel de inconcreción
y abstracción en la narración que abruma. A quien le guste la literatura de
verdad, conozca la literatura y sus procesos, Fernández Molina es todo un
filón.
En segundo
lugar, y como no podía ser menos, voy a citar a Fernando Arrabal: para mí un
genio en todos los sentidos. Tiene una literatura muy personal que mama de sus
contemporáneos afines como Samuel Beckett o Ionesco, pero también de los
clásicos. Arrabal es una persona que ha bebido de las fuentes de Cervantes,
Góngora, y lo mejor de todo, es que todavía, a su edad, su obra continúa
creciendo. Continúa buscando nuevos senderos que transitar, para no quedarse estancado; sabe
dar nuevas vueltas de tuerca, es una persona que a cada nuevo trabajo que
publica continúa sorprendiendo por su frescura. En este caso sí que Arrabal es
reconocido a nivel mundial, aunque se le siguen negando premios como el Novel o
el Cervantes; si fuera francés, por ejemplo, ya tendría el Goncourt sin ninguna
duda. Mira, al final un autor te puede gustar más o menos, pero afirmar que por
eso no se merece un premio, cuando lo merece, resulta mezquino.
Bueno, y ya el
tercero, por seguir con autores patrios, voy a citar a Juan Eduardo Cirlot.
Para mí Cirlot es el mejor poeta de su generación, y uno de los mejores que ha
parido madre. Cuando yo leí a Cirlot por primera vez se me quedé anonadado. La
riqueza a nivel simbólico que prodiga es impresionante. Demuestra un trabajo y
un sentir únicos, amén de unos conocimientos exquisitos y no utilizados de
forma pedante a mi entender: su uso del mimetismo, de la cábala, del
surrealismo, su conocimiento de la tradición literaria, no solo occidental sino
oriental…; en fin, para mí la obra de Cirlot, tanto en sus ensayos de arte como
en su poesía, suponen una lectura indispensable, especialmente si tienes
pulsiones de escritor. A Cirlot, aunque no lo llegué a conocer en persona, lo
venero como a un maestro. Ya sabes lo que dicen: nosotros no elegimos a los
maestros, sino que estos nos eligen a nosotros; y a fin de cuentas, si tenemos
que ponernos un modelo, mejor que sea un grande y no un autor mediocre para
justificar que “bueno he escrito una novelita juvenil para salir del paso…”
(Risas y más risas).