lunes, 24 de marzo de 2014

Algo se mueve en la universidad



Crónica a una velada de poesía y presentación de la revista Eclipse en la Universidad de Zaragoza

Muchas cosas se mueven por Zaragoza en estos nuestros tiempos presentes, aquellos que piensen que en la vieja capital del Ebro la cultura sufre de un irremisible marasmo, andarán errados en demasía. Nuevas editoriales, nuevos eventos poéticos, publicaciones, grupos musicales…, Zaragoza es un verdadero hervidero del cual queda buena constancia echando un simple vistazo por las redes sociales. La universidad, y más concretamente la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza, nunca ha querido quedarse a la zaga en dicho panorama, si bien, en los últimos años no ha sido ajena a las embestidas de los recortes. Su programa de Cultura, Proyección Social y Relaciones Institucionales continúa —en la medida de lo posible— promocionando todas aquellas novedades que al socaire suyo se van gestando en su muy diversa índole; y así de entre las más variadas propuestas a las que dan espacio sus veteranas paredes, tuve a bien acudir, no hace muchos días, a dos presentaciones que se celebraron muy acertadamente en sala de juntas de dicha facultad.

Presentación de la revista literaria Eclipse. Con Ignacio Escuín y Gabriel Sopeña.


La primera actividad se celebró a media tarde y no fue sino la presentación de un nuevo número de la revista Eclipse; para aquellos de mis lectores que nunca hayan oído mencionar tal rubro, cabe advertir que se trata de una publicación llevada a cabo —con ponderado criterio—, por un grupo de estudiantes de filología hispánica (Adrián Flor, María Coduras, Elia García, Laura Escartín, Ana Cózar y Silvia Belenguer). Estos soñadores empedernidos, tan solo movidos por aquellas ilusiones peculiares de los amantes de las artes, y ayudados por ese tesón y esfuerzo tan propio de la juventud,  han conseguido implementar toda una revista abarrotada de artículos críticos, textofotografías, poesías, relatos y demás jerigonzas de índole literaria rubricados por la nada desdeñable cifra de más de veinte autorías. Pero si feliz fue la presentación y distribución de la revista, el camino hacia el lauro no ha estado exento de ciertas trabas que bien merecen reseñarse para dar cuenta de la esforzada labor de su equipo.

La revista Eclipse se fundó años ha —tantos que no sabría precisarlos, aunque fuentes prudentes me han atestiguado que son más de diez— bajo la iniciativa del entonces estudiante, y hoy profesor y editor, Ignacio Escuín. Por aquellos tiempos felices la revista funcionó bien y con cierta independencia pues consiguió el apoyo financiero de la institución universitaria; después marchó Escuín, y bajo la dirección de diestros organizadores se mantuvo la agilidosa dinámica hasta que llegados a finales de 2012 —y aquí sí podría precisar: en un fatídico diciembre de 2012—, el nuevo número no llegó a ver la luz debido al magullador flagelo de los recortes en educación pública. ¡Hay de las letras universitarias cuando dejan morir injustamente a una publicación semejante!  «¿Qué paso?» podrá preguntarse entonces algún desprevenido lector, y seguramente otro y no de los más avezados, sabría responderle: «Cosas del parné, mire usted». Y así es, fueron cosas del parné y otras parecidas: promesas que no llegaron,  buenas intenciones…,  y otras zalemas que por ser persona discreta no voy a comentar, dieron al traste con el nº 16 de la hasta entonces ufana revista.  Mas, y es aquí donde uno que escribe no puede menos que quitarse el sombrero, el equipo de firmes devotos de la cultura en lugar de arredrarse y bajar los hombros resignados, buscaron nuevos cauces, que no fueron otros que el de sus propios bolsillos; y fue así, tras recorrer un yermo año de 2013, como gracias a tal esfuerzo —remarco que son estudiantes de filología hispánica— la revista volvió a ver la luz incluyendo además un fanzine en una versión aneja. «Pero ahora se vende a cinco euros», me podrá apuntillar algún lector demasiado reparón; y bien podría contestarle: «¡Toma, no!, ¿acaso esos estudiantes no tienen derecho a recobrar al menos lo invertido?» Pues han de saber todos que si la revista Eclipse, pródiga en firmas de artistas, ha visto la luz de nuevo y podrá verla en un próximo número será también por el no menos generoso bolsillo de amigos y curiosos que gustosamente han adquirido la revista.

Presentación de la revista literaria Eclipse. Con Ignacio Escuín y Gabriel Sopeña.

* * * 

Finada la presentación de la revista hubo un descanso, y aquí el escribiente marchó con algunos de los asistentes para recuperar energías, donde, tras una agradable charla con algunos miembros de Eclipse sobre si hay más filosofía en un cuento de Cortázar que en uno de Bolaño, acudimos a la segunda parte del evento.

Bajo el rubro de Los jueves de poesía, el antes citado Ignacio Escuín, presentó a continuación a dos jóvenes liróforos aragoneses que no dejaron indiferentes a los asistentes. El primero en recitar fue José Gabarre un oscense licenciado en Historia cuya estética decadente posmoderna, con claros visos de Leopoldo María Panero resultó todo un agradable despliegue sensitivo de simbolismos oscuros y sensuales. Tenían que verlo recitar inclinado levemente sobre la mesa y acodado en postura sapiente como los antiguos filósofos clásicos. Su poemario La ebriedad de las estatuas hoy sigue siendo su mejor carta de presentación. El otro poeta, Sebas Puente, tomó la réplica y sorprendió a la platea leyendo unos versos claramente influenciados por la música, tras lo cual explicó las variopintas analogías que su poética embebía de las canciones de algunos de los grupos pop y rock más punteros del momento.
 
Los poetas José Gabarre, Ignacio Escuín y Sebas Puente

Terminó la velada y uno mismo, tras ser testigo de cómo los aplausos de la sala —a la sazón se contaban con no menos de treinta personas— trepidaban vivamente en el ambiente hasta el punto que la ninfa Eco marchó de allí extasiada de locura,  no tuvo menos que congratularse. En esos instantes fui, más consciente que nunca, de que si la ya larga crisis económica no había mermado la capacidad hacedora de los jóvenes talentos regionales,  sino que más bien los había fortalecido y aún envalentonado, seguiríamos disfrutando en esta vivarosa ciudad de gracia suficiente para llenar cien fuentes Castalias sin necesidad de musas y númenes etéreos. En tales cavilaciones me marché pensando escribir algo sobre el asunto, una crónica quizá, si bien, finalmente más que crónica ha sido una historia lo que han plasmado las teclas de mi ordenador, una historia  sobre las cuitas, luchas y tesón  de Eclipse y de los poetas aragoneses en este ‘país de las maravillas’.

jueves, 20 de marzo de 2014

Entrevista a Javier Cinca Monterde, un librero y algo más



Cuando la grabadora me llevó a entrevistar a todo un romántico de los libros y vinilos

En una tarde de viento, una de esas tardes ventosas donde los estertores del invierno todavía luchan dando sus últimas estocadas ante la ineluctable llegada de la pronta primavera, como si en un mal perder la moribunda estación no se resignara a hacer un último sacrificio, cuando acudí más raudo que tardo a mi cita con Javier Cinca Monterde: Javier es un librero zaragozano cuya grande pasión por los libros lo llevó, no ha muchos años, a emprender la difícil tarea de bregar en ese inextricable mercadeo del ‘lance’. En su librería, ya refugiado de los embates lanzados por Bóreas comencé a tertuliar distendidamente con él: hablamos sobre el mal tiempo que hacía aquella tarde, sobre las últimas novedades que habían llegado a su librería, y sobre algunos chismes de la crónica rosa literaria. Terminada la conversación de cortesía y cotilleo saqué mi vieja libreta de apuntes y principié la tarea que tal día me había conducido hasta su local: la de realizar una entrevista para el presente espacio de noticias digital. Y es que Javier Cinca Monterde, han de saber los atentos lectores, es mucho más que un librero, pues en su corazón late el alma de un romántico que más tiene que ver con aquellos libreros-editores de la denominada ‘Edad de Plata’ de nuestras letras que con los actuales tenderos capitalinos.

Javier Cinca Monterde en su librería-vinilería


Hace poco tu librería cumplió tres años. ¿Cómo te aventuraste a abrir un negocio tan particular en plena eflorescencia de la crisis económica? ¿Consideraste acaso que la crisis resultaba ventajosa para la venta de libros de lance?
No, llegué de forma un poco accidental, la verdad es que llevaba 15 años trabajando en una empresa y debido a los recortes me vi en la calle; así que decidí arriesgarme y apostar por mi gran pasión que han sido siempre los libros. En la universidad estudié Geografía e Historia, y aproveché mis conocimientos para adentrarme un poco en este mercado mediante la adquisición de títulos algo especiales. 

No solo te dedicas a la venta de libros, sino que también lo haces con el mercado de vinilos antiguos. ¿Tiene más salida el coleccionismo de este producto?
Bueno, para empezar es un toque de originalidad, que yo sepa no hay librerías-vinilerías. Para mí el vinilo tiene un valor sentimental muy grande, ya que gran parte de mi juventud transcurrió en los tiempos del tardofranquismo, así que las vías para evadirme de aquella sociedad gris y pacata las encontré principalmente en los libros, los discos y las películas de los cineclubs. Por aquellos años comenzó el boom de la literatura hispano-americana con Cortázar o Vargas Llosa entre otros; en la música se vivió la eclosión de la psicodelia, el rock, free-jazz…, para mí, por mis propias vivencias, el binomio música-literatura resultó perfecto. 

Con respecto a la clientela, ¿hay mucha diferencia entre los consumidores de libros y de vinilos?
Sí, la verdad es que sí, pues un libro es accesible a cualquier persona, pero un vinilo es un producto que para disfrutarlo necesitas de un tocadiscos. En el caso de los libros muchos entran a ojear sin más y acaban adquiriendo un libro cualquiera por curiosidad, mientras que el comprador de vinilos es más restringido y a la vez más fiel, sabe perfectamente lo que busca; no digo que no suceda lo mismo con los coleccionistas de libros, pero en términos generales el de vinilos no suele comprar por comprar.

Y además te atreves con el oficio de editor, continuando así la tradición de los antiguos libreros-editores a lo Gregorio Pueyo. ¿Cómo surgió la idea de arriesgarte con tamaña aventura?
La verdad es que la faceta de editor es casi simbólica, comenzó porque conservaba una serie de poemas y letras de canciones de mi juventud que tenía ganas de sacar a la luz, y en lugar de enviarlos a editoriales decidí crear mi propio sello para publicar mis obras completas; ya con la librería vi que se podía hacer algo más y poco a poco el catálogo ha ido creciendo. Por su puesto lo hago de forma desinteresada, sin grandes pretensiones económicas, doy preferencia a la calidad de la obra antes que a las posibles ganancias económicas. 

Observo que tus publicaciones son muy eclécticas, poesía, novelas, incluso un ensayo sobre la colonia alemana en la Zaragoza de 1920, ¿cuáles son criterios que marcas a la hora de decidirte por editar un libro?
Bien, yo a veces digo medio en broma que la mía es la editorial sin atributos, pues no tengo una línea o un diseño editorial definidos, el criterio es puramente personal; puede llegar por simpatía hacia esa persona, pero tampoco renuncio a ponderar unos criterios de calidad apropiados. En el caso citado de la colonia alemana, su autor no buscaba grandes editoriales, habló conmigo y llegamos a un acuerdo, la verdad es que ha tenido bastante aceptación y los ejemplares están ya casi agotados. 

Como librero de lance ¿cuál es el libro más extraño o valioso que ha circulado por tu librería?
Pues mira, el más antiguo, por ejemplo, me lo robaron el otro día, era un librito de 1605 que tenía en el escaparate y por despiste me lo dejé abierto todo el día. Solo me robaron ese, sabían lo que hacían…, pero bueno. También, de los más especiales quizá podría mencionar una primera edición de Paradiso del escritor cubano Lezama Lima que llevaba la firma de Labordeta. El ejemplar me lo acabó comprando un bibliófilo zaragozano, pero no tanto por la edición en sí, sino por su firma. Según parece esta persona escribió días después una columna en el Heraldo de Aragón donde explicaba que aquel libro no le gustaba nada, pero que lo había adquirido por llevar la firma de su amigo. Cosas de los coleccionistas. 

Y ya para concluir, ¿podrías contar alguna anécdota divertida que te haya sucedido en relación con tu negocio?
Bueno podría contarte varias del poeta estelar David Herranz, un genio de la poesía pero cuyas extravagancias me han costado el espanto de algún que otro cliente. Pero bueno, aparte de buen poeta, es gran amigo y le aguanto todo. (Risas)

* * *

Puedes encontrar la librería de Javier Cinca Libros del rescate en la Galería Cavia sita en C/ Tomás Bretón, 14, local 6. Horario de apertura de martes a viernes de 11.00-14.00 y de 17.30-21.00. 

‘Libros del rescate’


También puedes visitar el catálogo de la librería en  STI ediciones en todocolección.net
 
Catálogo de la editorial ‘Sindicato de Trabajos Imaginarios’