Son espacios de plata y de cemento,
de atardeceres teñidos de malva,
y nocturnas esferas refulgentes
que ocultan las señales estrelladas;
donde surgen altivos torreones,
vigilantes de cúspides metálicas
que cercenan cendales de neblinas
con reflejos de luces y de llamas.
Son colmenas de humanos programados
en horarios mecánicos que amarran;
hay hogares repletos de silencios
por las largas y rígidas jornadas;
y en pequeños rincones de florestas
cuando el tiempo permite buena calma,
las familias que escapan de rutinas
fantasean con huidas calculadas.
Son esencias de sueños increíbles
donde nacen ideas insensatas,
valedoras del triunfo de las ciencias
y el progreso constante que no para;
reinos de escaparates y neones,
de rebajas —engaños que disfrazan—,
de irreales carencias que se imponen
a los jóvenes necios con ultranza.
Son espacios de plata y de cemento,
donde imperan planicies de obras magnas;
con sus gentes ocultas y distantes
tras el rostro siniestro de una máscara.
Marzo 2011
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