6. May. (El tiovivo)
Por el
‘Paseo del Espolón’
de la antigua Caput Castellae
de la antigua Caput Castellae
Aquel
tiovivo parecía girar y girar contra el Presente, girar y girar dando recreo
con sus caballos y carros a una sola edad hundida en las raíces de la memoria.
Dos incólumes reyes capturados por una estética ajena, guarecían, en pétrea
palidez, los escalones de la carrera circular. La arboleda se intuía copiosa, y
esculpida para armonizar con el paseo mientras trabajaba, servil, conteniendo
una brisa que apenas alborotaba los lacados cabellos de ampulosas señoras. Al
lado, un banco huérfano aguardaba la charlatana irrupción de alguna pareja, con
la esperanza de ser, otra vez, íntimo testigo del amor inmarcesible.
También
el Arlanzón, desprendido y transparente, alborotaba con timidez la cretona
verde y florida de sus riberas: revelaba en arrullos el verdadero secreto de la
Eternidad. Y el tiovivo, ganoso, giraba y giraba contra el Presente en ilusoria
intención de hacerlo girones. Al momento dio la apariencia que todo se hubiera
capturado en una fotografía: se pintó el sosiego; se aquietó, cadencioso, el
tiovivo; y brilló un fonógrafo con partitura pueril. Tu memoria, entonces, retornó
hasta las huidizas fantasías de la infancia.
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