miércoles, 12 de agosto de 2015

Los primeros años de Julio Camba: periodismo, bohemia y anarquismo

En este artículo se pretende dar cuenta de los primeros años de Julio Camba en el periodismo y su filiación con el anarquismo, así como sus coqueteos con la bohemia


     Gallego, bohemio y periodista, afín al anarquismo en su juventud, así puede categorizarse, en sus primeros años de activismo político-literario, al escritor y periodista Julio Camba (1885-1962). Este personaje comenzó su carrera filoanarquizante con apenas 16 años: escribió artículos abogando por el amor libre en El Eco de Marín, los cuales costaron  al semanario ‘la condena a los infiernos’ por parte del cardenal arzobispo de Santiago (LACALLE, 2014: 20-21); en 1901 se autoexilió a Argentina donde entró en contacto con el movimiento anarquista del país, y trabó amistad con algunas cabezas destacadas del movimiento como Felix Bautista Basterra, otro bohemio ibérico que llegaría a colaborar más tarde en el semanario madrileño El Rebelde. Allende los mares dejó varios escritos en periódicos tales La Protesta Humana y otros. Finalmente su participación en varias huelgas al lado de militantes provocarán su expulsión del país con motivo de la nueva Ley de Residencia sancionada el 22 de noviembre de 1901. 

LUCHAR, LUCHAR, LUCHAR SIEMPRE. Tal es el evangelio de la Vida, evangelio no escrito en código alguno pero vibrante, con vibraciones sonoras de mar furioso, en todos los cerebros que piensan. Por eso me disgustan los enclenques clasificadores que intentan cristalizar en un dogma o en una frase la tendencia sublime del progreso y por eso experimentaré una sensación joco-seria de ironía al ver anunciada una manifestación «pacífica y silenciosa» para conmemorar el 1º de mayo (CAMBA, 2014: 117)[1].

Julio Camba
Retornado a España, y ya en 1903, se traslada a Madrid donde formará parte del equipo de redacción de Tierra y Libertad por un modesto estipendio, amén de colaborar esporádicamente en La Revista Blanca ambas publicaciones “animadas” por la familia Urales (LACALLE, 2014: 46). Será precisamente en ese año de 1903 cuando el joven Camba principiará una vida de estrecheces y divertimentos bohemios que lo introducirán en los círculos de escritores tales como Pío Baroja, Alejandro Sawa, Emilio Carrere, Valle-Inclán, etc.; estas nuevas amistades y sus consecuentes trasnocheos molestarán a los dueños de Tierra y Libertad por separarse del camino dogmático (Ib.: 30). Camba entonces se interesará por cuestiones estéticas más acordes con los escritores finiseculares:

[Filisteos] TIENEN TODAS LAS IDEAS y no poseen una sola: defienden todas las teorías y no admiten ninguna; escriben hoy con la tinta roja de los revolucionarios y emborronan mañana sus cuartillas con la tinta negra de los neos. El cerebro entorpece sus planes y lo ocultan como un trasto inútil; detrás del estómago. Para ellos no hay más que un ideal supremo y una suprema verdad: el cocido (CAMBA, 2014: 163)[2].

Julio Camba al extremo izquierdo, a su lado Ramón Pérez de Ayala, y enfrente Valle-Inclán y Juan Belmonte

Al cabo de un tiempo, y debido a ciertas desavenencias con los Urales[3], este, y un tipógrafo de Tierra y Libertad Antonio Polo fundarán El Rebelde (1904), que en palabras de Julián Lacalle: “es una publicación francamente magnífica […] su contenido y su continente, hacen de ella un documento excepcional de la época” (LACALLE, 2014: 47). En este semanario colaboraron autores patrios como Pío Baroja, pero lo más interesante son las colaboraciones internacionales donde figuran firmas de Pior Kropotkin, Octave  Mirbeau, Laurent Tailhade, Elisée Reclus y otros. El mismo Mateo Morral parece que propuso a Camba que la publicación fuera diaria a cambio de un supuesto dinero que nunca llegaría a proporcionar. Esta publicación finará a comienzo de 1905[4] debido a impagos y procesos judiciales por delitos de imprenta; acuciados en parte por el gobierno de Maura contra el que se habían mostrado virulentos, y por algunas difamaciones vertidas por los apóstoles anarquistas de los Urales, especialmente contra Antonio Polo, debido a rencillas personales. 

«Yo y Maura». Yo, anarquista; MAURA, encarnación tangible del principio de autoridad. Yo, representante del porvenir; MAURA, residuo del pasado. Yo, lo que surge; MAURA, lo que se agota… Y está muy bien esto del YO y MAURA, como está muy bien aquello de YO y mi criado. No es derecho de primacía lo que me abrogo con tal orden de colocación: es derecho de fuerza y de juventud. Si una ruda cabeza melenuda no vale más que una cabeza cubierta de canas, como ella crea que sí, tiene bastante para imponer su creencia (CAMBA, 2014: 258).[5]

Juan Montseny Carret (Federico Urales)
 
El siguiente arribo de Camba será en El País, gracias a una oferta de su director Roberto Castrovido. Ese año también colaborará el inquieto periodista  en la efímera pero apasionante Anarquía Literaria[6], en cuyo primer número podía encontrarse el artículo de Alejandro Sawa “La Historia que miente”. En La Anarquía Literaria, un exaltado Camba arremeterá contra aquellos que hacían mala apología en favor del obrero, y más concretamente contra Joaquín Dicenta al que llegará a acusar de “liberal, demócrata, socialista, ácrata, republicano” (CAMBA, 2014: 323) todo ello a la vez, pues para Camba, Dicenta “es también patriotero, a pesar de su  anarquismo: es lo que sea el mayor número de las gentes” (Ib.: 326).

El Sr. Dicenta, enemigo de la miserable condición social en que se halla el obrero, la exalta en todos sus escritos; partidario de una vida sana, libre e intensa, glorifica la vida triste y repugnante de los trabajadores; creyente en la necesidad de la cultura para la buena armonía de la sociedad, es un eterno panegirista de la ignorancia el pueblo (Ib.: 324).

En 1906, la pluma del exaltado anarquista encontrará espacio ocasional en El Obrero y El Porvenir Obrero. Pero parece que tras ser requerido en varias ocasiones por la policía tras el atentado de Mateo Morral, el 31 de mayo, y tras una estadía de tres meses en el hospital San Juan de Dios debido a una grave dolencia en un pie, comenzó a dar un giro a sus ideas y a distanciarse de los postulados libertarios. “El escepticismo se apoderó del activista,  y la desdramatización de su propio personaje dio paso a la siguiente etapa de un escritor —y personaje— único (Ib.: 53). 

Mateo Morral era un muchacho alto, delgado y agradable, que vestía correctamente, que hablaba poco y sonreía en todo momento con una sonrisa fría y enigmática. […] Morral se me hizo muy simpático, y en seguida trabamos amistad. Durante seis o siete días hemos tomado el café juntos en una cervecería de muchachas, porque también a él le gustaba que fuesen unas manos blancas y finas las que le sirvieses. […] YO ignoraba que aquella mano que Morral me tendía y que yo estrechaba cordialmente había de teñirse un día en la sangre de tantas víctimas. […] De cualquier modo, lo cierto es que yo encontré muy agradable la amistad de Morral y si no tengo para qué ocultarlo. Morral no se me reveló a la sazón como autor trágico, ni por sus palabras, ni por sus silencios (CAMBA, 2014. 516-517)[7].

Ese mismo año comenzó su andadura en el periódico regeneracionista España Nueva. Ya en 1907, año en que edita El destierro, una suerte de memorias literaturizadas donde narra su huida y aventuras por Argentina, y que fueron publicadas en la colección El Cuento Semanal, el, ya no tan joven, anarquista, dentro de su creciente cambio de actitud trabará relaciones de amistad con el anciano Galdós y llegará incluso a afirmar que ya no es un militante anarquista (Ib.: 41). Con un estilo más depurado, alejado de oratoria decimonónica,  su firma podrá verse en publicaciones burguesas como en el Nuevo Mundo: definitivamente para 1908 el distanciamiento de Camba con el activismo anarquista era ya un hecho.


[1] “Rápida: a propósito de una manifestación «pacífica y silenciosa»”, La Protesta Humana,  1 de mayo de 1902.
[2] “¡Filisteos!”, Tierra y Libertad, 8 de septiembre de 1903.
[3] Según cita Zakopane en el artículo “Tinta negra” de Vacaciones en Polonia nº 5, Federico Urales llegó a decir de Camba “literato bohemio […] que acabará por dedicarse a la literatura pura y simple, agradable al que mejor pague” (ZAKOPANE, 2011: 246).
[4] Dejó de editarse el 12 de enero de 1905.
[5]Yo y Maura”, El Rebelde, 26 de mayo de 1904.
[6] Felix Rebollo comentaba de esta publicación “salió con un espíritu y con una máxima: atacar la vulgaridad que todo lo llena” (REBOLLO, 1998: 154). Colaboraron en esta los hermanos Alejandro y Miguel Sawa,  Joaquín Dicenta, Santos Chocano, Felipe Trigo, Emilio Carree, etc.
[7] “La causa de la bomba: Mateo Morral”, España Nueva, 3 de junio de 1907.

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BIBLIOGRAFÍA:
CAMBA, Julio (1901-1907, ed. 2014), «¡Oh, justo, sutil y poderoso veneno!»: Los escritos de la anarquía (1901-1907), edición de Julián Lacalle, La Rioja, Pepitas de calabaza.
 
LACALLE, Julián (2014), “Aquellos maravillosos años”, en CAMBA, Julio (1901-1907, ed. 2014) «¡Oh, justo, sutil y poderoso veneno!»: Los escritos de la anarquía (1901-1907), La Rioja, Pepitas de calabaza, pp. 17-42.
 
REBOLLO SÁNCHEZ, Felix (1997), Periodismo y movimientos literarios contemporáneos 1900-1993, Madrid, Huerga y Fierro.  

ZAKOPANE (2011), “Tinta negra”, en AA.VV. (2011), Vacaciones en Polonia: Literatura y Dinamita, nº 5, pp. 216-259.  


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