En este artículo se pretende dar cuenta de los primeros años de Julio Camba en el periodismo y su filiación con el anarquismo, así como sus coqueteos con la bohemia
Gallego, bohemio y periodista, afín al anarquismo en su juventud, así puede categorizarse, en sus primeros años de activismo político-literario, al escritor y periodista Julio Camba (1885-1962). Este personaje comenzó su carrera filoanarquizante con apenas 16 años: escribió artículos abogando por el amor libre en El Eco de Marín, los cuales costaron al semanario ‘la condena a los infiernos’ por parte del cardenal arzobispo de Santiago (LACALLE, 2014: 20-21); en 1901 se autoexilió a Argentina donde entró en contacto con el movimiento anarquista del país, y trabó amistad con algunas cabezas destacadas del movimiento como Felix Bautista Basterra, otro bohemio ibérico que llegaría a colaborar más tarde en el semanario madrileño El Rebelde. Allende los mares dejó varios escritos en periódicos tales La Protesta Humana y otros. Finalmente su participación en varias huelgas al lado de militantes provocarán su expulsión del país con motivo de la nueva Ley de Residencia sancionada el 22 de noviembre de 1901.
LUCHAR, LUCHAR, LUCHAR SIEMPRE.
Tal es el evangelio de la Vida, evangelio no escrito en código alguno pero
vibrante, con vibraciones sonoras de mar furioso, en todos los cerebros que
piensan. Por eso me disgustan los enclenques clasificadores que intentan
cristalizar en un dogma o en una frase la tendencia sublime del progreso y por
eso experimentaré una sensación joco-seria de ironía al ver anunciada una
manifestación «pacífica y silenciosa» para conmemorar el 1º de mayo (CAMBA,
2014: 117)[1].
Julio Camba |
Retornado a España, y ya en 1903, se traslada a
Madrid donde formará parte del equipo de redacción de Tierra y Libertad por un modesto estipendio, amén de colaborar
esporádicamente en La Revista Blanca —ambas publicaciones “animadas” por la familia Urales (LACALLE, 2014: 46)—. Será precisamente en ese año de 1903 cuando el joven Camba principiará
una vida de estrecheces y divertimentos bohemios que lo introducirán en los
círculos de escritores tales como Pío Baroja, Alejandro Sawa, Emilio Carrere,
Valle-Inclán, etc.; estas nuevas amistades y sus consecuentes trasnocheos molestarán
a los dueños de Tierra y Libertad por
separarse del camino dogmático (Ib.:
30). Camba entonces se interesará por cuestiones estéticas más acordes con los
escritores finiseculares:
[Filisteos] TIENEN TODAS LAS
IDEAS y no poseen una sola: defienden todas las teorías y no admiten ninguna;
escriben hoy con la tinta roja de los revolucionarios y emborronan mañana sus
cuartillas con la tinta negra de los neos. El cerebro entorpece sus planes y lo
ocultan como un trasto inútil; detrás del estómago. Para ellos no hay más que
un ideal supremo y una suprema verdad: el cocido (CAMBA, 2014: 163)[2].
Julio Camba al extremo izquierdo, a su lado Ramón Pérez de Ayala, y enfrente Valle-Inclán y Juan Belmonte |
Al cabo de un tiempo, y debido a ciertas desavenencias con los
Urales[3],
este, y un tipógrafo de Tierra y Libertad
—Antonio Polo— fundarán El Rebelde
(1904), que en palabras de Julián Lacalle: “es una publicación francamente
magnífica […] su contenido y su continente, hacen de ella un documento
excepcional de la época” (LACALLE, 2014: 47). En este semanario colaboraron
autores patrios como Pío Baroja, pero lo más interesante son las colaboraciones
internacionales donde figuran firmas de Pior Kropotkin, Octave Mirbeau, Laurent Tailhade, Elisée Reclus y
otros. El mismo Mateo Morral parece que propuso a Camba que la publicación
fuera diaria a cambio de un supuesto dinero que nunca llegaría a proporcionar.
Esta publicación finará a comienzo de 1905[4]
debido a impagos y procesos judiciales por delitos de imprenta; acuciados en
parte por el gobierno de Maura contra el que se habían mostrado virulentos, y
por algunas difamaciones vertidas por los apóstoles anarquistas de los Urales, especialmente
contra Antonio Polo, debido a rencillas personales.
«Yo y Maura». Yo, anarquista;
MAURA, encarnación tangible del principio de autoridad. Yo, representante del
porvenir; MAURA, residuo del pasado. Yo, lo que surge; MAURA, lo que se agota…
Y está muy bien esto del YO y MAURA, como está muy bien aquello de YO y mi
criado. No es derecho de primacía lo que me abrogo con tal orden de colocación:
es derecho de fuerza y de juventud. Si una ruda cabeza melenuda no vale más que
una cabeza cubierta de canas, como ella crea que sí, tiene bastante para
imponer su creencia (CAMBA, 2014: 258).[5]
Juan Montseny Carret (Federico Urales) |
El siguiente arribo de Camba será en El País, gracias a una oferta de su
director Roberto Castrovido. Ese año también colaborará el inquieto
periodista en la efímera pero
apasionante Anarquía Literaria[6],
en cuyo primer número podía encontrarse el artículo de Alejandro Sawa “La Historia que
miente”. En La Anarquía Literaria, un
exaltado Camba arremeterá contra aquellos que hacían mala apología en favor del
obrero, y más concretamente contra Joaquín Dicenta al que llegará a acusar de
“liberal, demócrata, socialista, ácrata, republicano” (CAMBA, 2014: 323) todo
ello a la vez, pues para Camba, Dicenta “es también patriotero, a pesar de su anarquismo: es lo que sea el mayor número de
las gentes” (Ib.: 326).
El Sr. Dicenta, enemigo de la
miserable condición social en que se halla el obrero, la exalta en todos sus
escritos; partidario de una vida sana, libre e intensa, glorifica la vida
triste y repugnante de los trabajadores; creyente en la necesidad de la cultura
para la buena armonía de la sociedad, es un eterno panegirista de la ignorancia
el pueblo (Ib.: 324).
En 1906, la pluma del exaltado anarquista
encontrará espacio ocasional en El Obrero
y El Porvenir Obrero. Pero parece que
tras ser requerido en varias ocasiones por la policía tras el atentado de Mateo
Morral, el 31 de mayo, y tras una estadía de tres meses en el hospital San Juan
de Dios debido a una grave dolencia en un pie, comenzó a dar un giro a sus
ideas y a distanciarse de los postulados libertarios. “El escepticismo se
apoderó del activista, y la
desdramatización de su propio personaje dio paso a la siguiente etapa de un
escritor —y personaje— único (Ib.:
53).
Mateo Morral era un muchacho
alto, delgado y agradable, que vestía correctamente, que hablaba poco y sonreía
en todo momento con una sonrisa fría y enigmática. […] Morral se me hizo muy
simpático, y en seguida trabamos amistad. Durante seis o siete días hemos
tomado el café juntos en una cervecería de muchachas, porque también a él le
gustaba que fuesen unas manos blancas y finas las que le sirvieses. […] YO
ignoraba que aquella mano que Morral me tendía y que yo estrechaba cordialmente
había de teñirse un día en la sangre de tantas víctimas. […] De cualquier modo,
lo cierto es que yo encontré muy agradable la amistad de Morral y si no tengo
para qué ocultarlo. Morral no se me reveló a la sazón como autor trágico, ni
por sus palabras, ni por sus silencios (CAMBA, 2014. 516-517)[7].
Ese mismo año comenzó su andadura en el periódico
regeneracionista España Nueva. Ya en
1907, año en que edita El destierro,
una suerte de memorias literaturizadas donde narra su huida y aventuras por
Argentina, y que fueron publicadas en la colección El Cuento Semanal, el, ya no tan joven, anarquista, dentro de su
creciente cambio de actitud trabará relaciones de amistad con el anciano Galdós
y llegará incluso a afirmar que ya no es un militante anarquista (Ib.: 41). Con un estilo más depurado,
alejado de oratoria decimonónica, su
firma podrá verse en publicaciones burguesas como en el Nuevo Mundo: definitivamente para 1908 el distanciamiento de Camba
con el activismo anarquista era ya un hecho.
[1] “Rápida: a
propósito de una manifestación «pacífica y silenciosa»”, La Protesta Humana, 1 de
mayo de 1902.
[2] “¡Filisteos!”, Tierra y Libertad, 8 de septiembre de
1903.
[3] Según cita Zakopane en el artículo “Tinta negra” de
Vacaciones en Polonia nº 5, Federico
Urales llegó a decir de Camba “literato bohemio […] que acabará por dedicarse a
la literatura pura y simple, agradable al que mejor pague” (ZAKOPANE, 2011: 246).
[6] Felix
Rebollo comentaba de esta publicación “salió con un espíritu y con una máxima:
atacar la vulgaridad que todo lo llena” (REBOLLO, 1998: 154). Colaboraron en
esta los hermanos Alejandro y Miguel Sawa,
Joaquín Dicenta, Santos Chocano, Felipe Trigo, Emilio Carree, etc.
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BIBLIOGRAFÍA:
CAMBA, Julio (1901-1907, ed. 2014), «¡Oh, justo, sutil y poderoso veneno!»: Los
escritos de la anarquía (1901-1907), edición de Julián Lacalle, La Rioja, Pepitas
de calabaza.
LACALLE, Julián (2014), “Aquellos maravillosos
años”, en CAMBA, Julio (1901-1907, ed. 2014) «¡Oh, justo, sutil y poderoso veneno!»: Los escritos de la anarquía
(1901-1907), La Rioja, Pepitas de calabaza, pp. 17-42.
REBOLLO SÁNCHEZ, Felix (1997), Periodismo y movimientos literarios
contemporáneos 1900-1993, Madrid, Huerga y Fierro.
ZAKOPANE (2011), “Tinta negra”, en AA.VV. (2011), Vacaciones en Polonia: Literatura y Dinamita, nº 5, pp. 216-259.
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