Cuando Luis Felipe dio todo un recital histórico al respecto de las ilusiones y penas de la I República española
Ayer a la tarde me dirigía con
una amiga al bar La Pequeña Europa,
se trata este de un acogedor lugar de cañas y tapeo regentado por una alemana,
que vayan ustedes a saber el porqué, tuvo por bueno venir a nuestro país para
sentar plaza y prodigar las excelencias gastronómicas de su geografía. Por el
camino, en las escaleras del Paraninfo universitario escuchamos gritos contra
los borbones, y cuál pudo ser mi sorpresa cuando, a pesar de lo que es habitual, no
había gentes con banderas tricolores pidiendo una tercera república, sino un
grupo de extrema derecha que, quizá envalentonado por los aires antimonárquicos
que soplan en estos últimos días, pedían la caída de los reyes y lanzaban otras
jerigonzas de índole varia. «¿Quiénes son esos?» me preguntaba mi compañera.
«Na, un grupo de ultras que quieren volar el sistema.» «Parece
que a Felipe le crecen los enanos» me respondió ella con cierto gracejo; y yo
asintiendo afirmativamente le respondí que menos mal que eran cuatro gatos, a
los cuales ni la policía, preparada a la sazón, hacia mucho caso.
Anécdotas aparte, tras un agradable y provechoso paseo primaveral llegamos al fin a La Pequeña Europa, y en el lugar, sentando en una esquina del fondo nos encontramos con Luis Felipe, popular artista zaragozano, el cual bebía en esos momentos una cerveza y repasaba concienzudamente una serie de hojas,
que no eran sino el guion del próximo espectáculo. Charlamos brevemente sobre lo que
tenía preparado, y con su habitual tono de suspense para tales ocasiones, adelantó
que sería algo especial. ¡Y vaya si fue especial! Allí, sentado al fondo
de la barra y sacando una serie de fotocopias a modo de imágenes ilustrativas,
el veterano rapsoda hizo gala de su buena oratoria ofreciéndonos a todos los concurrentes
una pequeña lección de historia. Luis Felipe había preparado un pequeño recital
donde la malograda I República —la II también lo fue— era la protagonista. Nos habló
entonces, con su característica y teatralizada puesta en escena, sobre todos y cada
uno de los presidentes que fueron pasando por el gobierno, a la vez que mostraba simpáticos grabados y mapas explicativos que nos ayudaban a contextualizar la historia. Leyó algunos discursos de aquellos
próceres de la política y explicó el porqué, en apenas un año, cuatro
presidentes fueron abandonando el gobierno, a cada cual más triste y
desperanzado: que si uno se largó apostrofando en catalán a los diputados, que
si otro se negó a firmar una pena de muerte, y cosas por el estilo; y mientras tanto,
la bisoña república se desangraba en una guerra civil haciendo frente a los carcas de boinas rojas y
blancas por el norte, y represaliando a los más disparatados movimientos
cantonalistas que proclamaban independencias en pueblos y ciudades.
Cartagena, quizá el más famoso caso, enarboló una bandera turca entintada con sangre a falta de una
roja. ¡Cosas de nuestro país!
Luis Felipe dando su lección junto a las ilustraciones explicativas |
Cuando terminó todos aplaudimos
sinceramente: la pequeña lección de historia amenizada con su estilo
rapsódico, y las efectivas ilustraciones, habían provocado las delicias de los presentes. Pero tal vez lo más importante de todo aquello es
que el viejo histrión con su espectáculo, nos había hecho reflexionar a todos
sobre los errores y peligros de no hacer bien las cosas. En un momento dado
advirtió, y esta fue la clave de la caída de la I República, que no se trataba solo de cambiar la forma (monarquía
por república) sino el fondo (el modelo de estado), algo que no se realizó a
tiempo por aquel entonces. Y quizá de todo aquello esta fuera la lección a
tomar en cuenta. Hoy que está tan presente el debate sobre la proclamación de una tercera república o
continuar con la vieja monarquía, uno piensa si realmente se ha debatido a fondo qué modelo de
república queremos o necesitamos. Recuerdo entonces al
grupo de extrema derecha que abogaba por la expulsión de los borbones, y
recuerdo cómo en las manifestaciones pasadas banderas republicanas compartían espacio junto a otras regionalistas e independentistas; y entonces vuelvo a remembrar las
palabras de Luis Felipe: «lo más importante no es la forma sino el fondo». Yo no
soy un analista político, pero después del recital, y por si acaso, ya tengo
preparada mi bandera turca.
Bandera del Imperio Otomano |
2 comentarios:
Debería haber más recitales como este.
La verdad es que sí, fue todo un lujo poder asistir a tal evento didáctico.
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