Javier Ordovás Esteban, doctor en
filología hispánica por la Universidad Pública de Zaragoza, recientemente ha
publicado una edición filológica de los Anales de Aragón, obra
histórico-literaria de Bartolomé Argensola, respetado cronista y poeta de los
siglos XVI/XVII
La obra que ha publicado parte del trabajo de su tesis
doctoral a la cual dedicó cinco años de esfuerzo. Supongo que este logro le
habrá supuesto una gran satisfacción personal, ¿partió de usted la idea
publicar el trabajo, lo tenía muy claro desde el principio, o fue la universidad
quien le hizo la propuesta?
En realidad el hecho de que una tesis doctoral tenga
forma de edición implica que puede ser editada; no fue mi intención en un
primer momento, pero una edición como esta, de índole filológica y por la
importancia en sí que conlleva —es la primera y más importante continuación de
los ‘Anales de origen’ realizada hasta la fecha—, en seguida interesó a la
comunidad universitaria. La presente obra cuenta, además, con un prólogo del
catedrático y erudito Alberto Montaner Frutos que dirigió y avaló mi
trabajo.
Como filólogo, qué ha supuesto embarcarse en tamaña
aventura a medio camino entre la labor historiográfica y la filológica. ¿Cuáles
han sido las mayores dificultades con las que se ha topado a la hora de
pergeñar la obra?
Bueno, para empezar yo no tengo constancia de que haya
ninguna edición filológica completa de una obra historiográfica del Siglo de
Oro; es decir, en las bibliotecas de Aragón podemos conseguir facsímiles muy
buenos, de ediciones muy caras, con excelentes introducciones también, pero que
adolecen de un estudio crítico. En mi caso he tratado de resucitar una obra de
suma valía para la historiografía aragonesa de aquellos años. He abordado la
edición intentando solventar errores de imprenta y reconstruir, lo más fiel
posible, cómo pudo ser la impresión original, pues en las ediciones de la época
nunca había dos ediciones iguales. Utilicé para la labor dos publicaciones
distintas, una de 1630 y otra de 1706. Es curioso porque la edición de 1706
intenta ser un calco de la anterior, de hecho los impresores del siglo XVIII
tuvieron tanto cuidado en que así fuera, que cada página comienza y termina
exactamente igual en ambas, lo que viene a denominarse una copia ‘a plana y
renglón’; si bien introduce algunas novedades como una ortografía modernizada.
¿Se encontró con diferencias muy notables?
Bueno, como curiosidad, por ejemplo, dentro de las
variedades descubrí que en algunos ejemplares se había colocado la dedicatoria
al Conde-duque de Olivares antes que la del rey, y este error lo habían
subsanado cambiando el orden de las páginas, lo cual era muy evidente pues el
resto del texto no concordaba.
¿Podría destacar cuáles son los elementos que ha
incluido o seguido en la edición crítica?
Primero he modernizado el texto con un límite
fonológico muy concreto es decir, he actualizado tildes, signos de puntuación,
mayúsculas y grafías homófonas, aunque siempre respetando la dicción de cada
palabra, para que un hablante del presente siglo pudiera entenderlo sin
problemas, pero pensando también, que a un lector de la época no le hubiera
costado hacerlo. Como antes mencioné he corregido algunas erratas de imprenta y
de los cajistas, además he insertado meticulosamente más de 5000 anotaciones
las cuales informan de las variantes textuales, aclaran el léxico de términos,
analizan expresiones morfosintáctica o filológicamente, aclaran biografías,
aspectos de hermenéutica, etc.
Los Anales de Aragón de Bartolomé Argensola son
una continuación inconclusa de aquellas, que cincuenta años antes, realizara
Jerónimo Zurita, ¿cuáles son las principales características que las
diferencian?
Bueno el estilo de Argensola no tiene nada que ver con
el de Jerónimo Zurita. A pesar de que Zurita es el gran maestro de los
historiadores del XVI y XVII, el estilo de Argensola se parece mucho más al de
Cervantes, en cuanto a que se expresa con oraciones muy largas, llenas de
subordinadas, con muchos niveles, incluso a veces resulta difícil recuperar la
oración principal, y más teniendo en cuenta que el subjuntivo del XVII se
equiparaba en gran parte a nuestro pretérito imperfecto del indicativo. La
escritura de Argensola es más difícil que la de Zurita, este último se expresaba
con frases cortas, se asemeja más al lenguaje de Tácito, por ejemplo. Ahora
bien también hay que resaltar que para el lector contemporáneo resulta más
ameno el texto de Argensola, pues el estilo de Zurita es más bien monótono, a
veces incluso puede llegar a parecer soso. Argensola es un escritor
extraordinariamente bueno, un buen poeta, que si no es más reconocido hoy día,
es debido a que no tuvo una extensa obra literaria. En el caso de los Anales
quiero que quede claro que puede leerse como una novela histórica, está llena
de relatos paralelos, muy bien compaginados que aparentemente no tienen nada
que ver, pero con un dinamismo casi impropio para la época, hay pasajes épicos,
divertidos, curiosos que seguro no defraudarán al lector que se atreva a tomar contacto
con la edición*.
Los Anales muestran episodios como la conquista
de México por Cortés, o la rebelión de los comuneros comandados por Padilla,
por lo que no solo se circunscriben a la Corona de Aragón ¿Qué período
histórico abarcan estas crónicas, y cuál le ha llamado más la atención a la
hora de comentarlo?
El período histórico está muy claro, de 1516 a 1520,
pues los Anales fueron un encargo; se trataba de continuar con la labor
de Jerónimo Zurita. Ahora bien, Argensola pretendió escribir las crónicas desde
la muerte de Fernando I de Aragón hasta su época, es decir, los años de 1620;
hay que comprender a Bartolomé como una especie de pintor de lienzo grande y
meticuloso detallista, hasta tal punto que a veces se excedía en ello. Con
respecto a la materia abarca la historia de todo el mundo occidental conocido.
Por ejemplo, en la época de Argensola Portugal pertenecía a la Corona de los
Austrias y por tanto también se testimonian hechos de sus distintos dominios y
colonias, hay referencias a Flandes, Italia, plazas de África, y sobre
personajes como Magallanes, el pirata turco Barbarroja, etc.
En el ‘liminar’ de su trabajo termina vindicando a
Bartolomé Argesola como uno “de los escritores más respetados e injustamente
olvidados durante muchos años de nuestra historia literaria”. Sabemos que los
hermanos Argensola frecuentaron los principales círculos literarios del momento
y se codearon con las principales plumas del ‘Siglo de Oro’, llegando a ser
conocidos en la época como ‘Los Horacios españoles’. ¿Qué podría contarnos de
su labor literaria?
La calidad como poetas es extraordinaria, loada por
autores como Lope de Vega o Cervantes. Con Cervantes tuvieron además un pequeño
problema cuando el conde de Lemos marchó con el cargo de virrey a Nápoles
(1608), pues este se llevó a los hermanos en detrimento del escritor
castellano, allí fundaron la 'Academia de los Ociosos' donde se reunían para
debatir poetas y demás artistas. El trabajo de Lupercio se ha perdido en parte,
incluso se dijo que llegó a quemar parte de su obra. En referencia a su
estética y estructura fueron ambos escritores clásicos, en un tiempo en que ya
Góngora había publicado sus Soledades, con todo lo que supuso. Los
Argensola se parecen más a Quevedo y Cervantes por su sentido crítico y mordaz,
especialmente Bartolomé. En definitiva fueron unos clásicos, de ahí las
alabanzas de su época. Como curiosidad Bartalomé recuperó la palabra
'implume' para definir a un pájaro joven en la lengua castellana.
Desde la publicación de su trabajo ¿ha notado que el
interés por dicha figura se haya renovado?
No, desgraciadamente no. La publicación de mi trabajo
no ha supuesto una venta masiva. Estas ediciones requieren un gran esfuerzo, es
una obra que cuesta editar mucho dinero, y además no se vende. La gente no se
da cuenta que leer esta obra es divertida, mucho más que algunas novelas
históricas que pululan por ahí. Con respecto a las instituciones, el año pasado
se cumplieron cuatrocientos años de la muerte de Lupercio y la ‘Institución Fernando el Católico’ realizó un
políptico ilustrado por José Luis Cano donde se mostraba la vida del autor;
también se hicieron unas jornadas, pero la verdad es que para la importancia
que tuvieron los hermanos en su época, y la especial particularidad que suponen
para Aragón, se podría haber hecho algo más.
Y ya para concluir, me gustaría saber si va a
continuar trabajando con la obra de Bartolomé Argensola, o considera que está
todo dicho sobre él.
Falta muchísimo por decir de esta figura, sí que
seguiré, pero en estos momentos tengo otro proyecto a medias. En la obra
menciono un texto inédito que podría dar mucho juego y actualmente estoy
transcribiendolo, pero a medio largo plazo sí que lo retomaré, estos autores
nunca se abandonan del todo, los lleva uno siempre consigo.
Anales de Aragón, 3 volms |
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* Como
apoyo de esta afirmación introduzco aquí parte de un texto sobre la conquista
de México, donde se recoge un curioso caso de hermafroditismo. “Estrañaban los
tlascaltecas la honestísima observancia de nuestros matrimonios, porque en la
suya, tanto era ostentación como lascivia el tener mujeres, si podían, a
rebaños. Xicoténcatl poseía quinientas, y fue suceso raro que, casando por
amores con otra hermosa mujer y moza, habiéndose el novio ausentado de casa, se
enamoró ella de algunas compañeras suyas entre las quinientas, con las cuales
fue adúltera y adúltero, y cuando volvió el marido, dueño de todas las
quinientas, halló preñadas más de veinte. No las repudió por haber él dado la
causa de la culpa, pero, en estando preso el hermafrodito, le abrieron por un
lado con suplicio público y le dejaron huir. No duró mucho la fuga porque,
demás que se andaba desangrando, la indignación popular le quitó la vida.
Ignoraban la ley que obliga al hermafrodito a no ejercitar el sexo que una vez
haya escogido.”
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