domingo, 18 de marzo de 2012

Pedro Marquina o el afligido devenir de una historia de la bohemia

El autor.

Pedro Marquina Dutú —se decía de él que era de baja estatura, frente despejada y nariz aguileña— fue un comediógrafo y poeta aragonés cuyo nacimiento se pierde en el tiempo y cuya muerte acaeció en la capital del Reino algún día de 1886. Este Marquina —tío del conocido dramaturgo y poeta Eduardo Marquina— fue un devoto bohemio y personaje escurridizo, cuyas aventuras y desventuras fueron celebradas en el Madrid de la época; parece ser que llegó a esa ciudad con la esperanza de hacerse un hueco en el panorama cultural de la España de los primeros años de la Restauración. Realizó varias obras de teatro en verso —que por aquel entonces era costumbre hacerlas así— con cierto éxito, lo cual le permitió gozar de cierta nombradía entre sus compañeros de armas. De sus obras destacaron dos: El arcediano de san Gil estrenada el 31 de enero de 1873 en el teatro Martín y El poeta de guardilla comedia en un acto estrenada en el mismo un 6 de septiembre de 1874; su momento cumbre llegó con el estreno de una obra en tres actos en el teatro de Apolo: El grano de Trigo. Esta obra si bien no supuso el espaldarazo definitivo del poeta-comediógrafo, sí que le reportó ciertas ganancias. Ganancias que este "pájaro protervo" se bebió, y es que la maldición del bohemio fue la de mostrarse fiel devoto de los báquicos rituales.

Son varias las anécdotas que se cuentan de él: como aquella costumbre que tenía —cuando iba escaso de montante— de prometer los derechos de propiedad de un estreno a algún incauto tabernero a cambio de gustosa bebida, de esta manera, y por la práctica de tal costumbre, se topó cierto día con varios de ellos en las puertas del teatro reclamando el cobro de uno de sus estrenos; en otra anécdota se recuerda a Marquina paseando con un gabán elegante pero que le sentaba cómicamente grande, esta prenda era un supuesto regalo del presidente de gobierno Mateo Sagasta; contaba del episodio que tras presentarse en casa del Presidente reclamando una ayuda, pues resultaba "una vergüenza para la Patria" que el autor de El arcediano de san Gil no tuviera para comer y apenas para vestirse en el frío enero, Sagasta, hombre de buen corazón, conmovido por su figura le regaló su gabán más nuevo y le dio cinco duros para sus gastos.

Pero dejando a un lado anécdotas más o menos graciosas, lo cierto es que al aragonés poco a poco le fue consumiendo el alcohol, y ya en su última etapa, apenas escribía alguna cuartilla con versos que viejos amigos suyos le dejaban interpretar en alguna obra obteniendo con ello algunas pesetas. De esta forma y transcurridos pocos años llegamos a su triste final. Final del cual se cuentan dos versiones con un mismo resultado: unos dicen que murió en una hospedería totalmente olvidado, cuya dueña, airada por los meses de alquiler que le debía, sacó su cadáver a la calle para que las autoridades se hicieran cargo de este; otros cuentan que el poeta viéndose morir se refugió en un portal de Lavapiés donde expiró finalmente sin hacer ruido. Sea como fuere en lo que ambas versiones coinciden es que sus huesos dieron con desolador final en la calle. El cuerpo del artista —que no dejó familia— pasó cinco días en el depósito judicial, descalzo y sin camisa, antes de ser arrojado a una fosa común. Triste y patético resultó el término de aquel Pedro Marquina autor de El arcediano de san Gil que un día saboreó —frugalmente— las mieles del éxito con el estreno de una comedia en verso en el Teatro Apolo.

Vaya esta pequeña semblanza en recuerdo del bohemio cuya obra y memoria no merecen ser preteridas.

El poeta de guardilla.

De las varias comedias suyas que aún pueden consultarse en algunos depósitos de bibliotecas, he seleccionado esta tanto por su argumento, como por lo autobiográfico que en ella hay del autor.

Nos descubre esta comedia los apuros de la familia de un poeta —Leandro— que malvive en una buhardilla con su mujer Lucía y su hijo pequeño enfermo por mala alimentación. Aparecen otros personajes como don Gil, su editor, que le presiona constantemente para que escriba nuevos capítulos de una novela de gacetilla —por entregas—, por la cual apenas le paga, y cuyo argumento, para mayor frustación de Leandro, varía a capricho y exigencias de don Gil. Otro personaje es el del casero don Eloy, que como buen casero de una historia de bohemios, le acosa para que pague el alquiler con el esperado nulo resultado. Finalmente aparece en escena Roque, viejo paisano de Leandro, llegado de un pueblo de Aragón cuya forma de hablar resulta caricaturesca y exagerada en baturrismos, muy al gusto de la época. Este Roque lleva una carta de un familiar lejano, y tras una serie de escenas más o menos cómicas y moralizantes Leandro descubre —¡oh sorpresa!—, que ha heredado unas tierras en el pueblo que le permitirán llevar una vida digna y desahogada. Así, finalmente el poeta paga sus deudas y torna con Roque y los suyos a su tierra para solazarse sin ningún tipo de penalidad en su querida escritura.

Como podemos ver el argumento es sencillo y previsible, un argumento muy de zarzuela, sin mayores pretensiones que las de hacer pasar un buen rato a los espectadores, pues para desgracias ya tenían bastante con las del momento, sea un ejemplo la última carlistada —también mencionada en la obra—.

A continuación dejo una versión PDF de esta comedia, realizada —con modestos resultados— para un mejor conocimiento de su obra. Quién sabe si en una de estas veremos anunciarse con gracia el reestreno de los trabajos de Marquina.

A la señora

DOÑA JOAQUINA DUTÚ

Madre mía...............................
........................................
........................................
En estos puntos suspensivos van ocultas mis
amarguras de ayer y supuestos mis placeres de
hoy; a ti, que lejos de mí has llorado aquellas
te pertenece la dedicatoria de mi obra más
querida.
Admítela gustosa. Pues entre sus líneas va
a ti el amante abrazo de tu hijo.

P. Marquina.

Dedicatoria de Marquina a su madre en dicha obra.


La obra.

Se recogen aquí algunas de sus muchas obras con su fecha de estreno correspondiente.

  •  Un cosechero riojano.  Estrenado con extraordinario éxito en el Teatro Salón Eslava de esta corte en la noche del 1º de diciembre de 1871.
  • Un corazón de oro. Representada por primera vez con extraordinario aplauso en el Teatro Salón Eslava, el día 8 de enero de 1872.
  • El arcediano de san Gil. Representado por primera vez con extraordinario éxito en el Teatro Martín de esta corte, el día 31 de enero de 1873
  • Un grano de Trigo. Escrita expresamente para la eminente actriz Doña Matilde Díez, y estrenada por primera vez con extraordinario éxito en el Teatro Apolo el 4 de febrero de 1874.
  •  El poeta de guardilla. Representada por primera vez, con extraordinario éxito, en el Teatro Martín, el día 6 de septiembre de 1874.
  • Papel impreso: poesías. 1878, libro de poesía.
  • El nieto del ciego.  Representada por primera vez en el Teatro de Madrid el 3 de marzo de 1881.
  • Palabra de aragonés. Estrenada con extraordinario éxito en el Teatro de Recoletos la noche del 30 de agosto de 1882.
  • Un hombre de bien.  Representada con extraordinario éxito en el Teatro Martín la noche del 30 de setiembre de 1882.
  • Para palabra, Aragón. Posiblemente estrenada en el teatro de Recoletos el 6 de septiembre de 1883.

13 comentarios:

omar enletrasarte dijo...

todos debiéramos tener un final tal, que se pudiera relatar, por digno y humano,
este no fue el caso
Me ilustró esta entrada, gracias,
saludos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Tenía alguna noticia suya, pero has completado magníficamente el retrato. Qué delicia lo de prometer obras a cambio de vino: se cuenta que Picasso pagaba con su firma las comidas en los restaurantes...

Delgado dijo...

Omar: Marquina fue víctima de una época y una forma de entender la literatura. Su final lo dice todo.

Pedro: Lo conocí un tanto de soslayo hace unos meses, había otros más, pero este me conmovió especialmente por su final aciago.

De lo de Picasso, menudo chollo tenía montado nuestro genial vanguardista, para gran alegría de los hosteleros partícipes en tal pago.

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Excelente tu reseña, confieso que no había escuchado de él, pero ahora ya le conozco. Gracias.

Un abrazo.

Delgado dijo...

Hola Rafael, lo sorprendente es precisamente eso, que con una obra tan prolija —pues no he puesto todas las que hizo— estuviese totalmente en el anonimato, salvo por algún corrido comentario de textos sueltos.

roberto dijo...

Hola Delgado, gracias por desasnarme conocía muy poco de éste autor.

Un abrazo desde Buenos Aires.

María dijo...

Perdona mi ignorancia, pero no había oído hablar nunca de este autor, y tú has escrito un amplio homenaje dedicado a este autor y sus obras, me gusta enriquecerme aprendiendo un poc más cada día, gracias, Delgado.

Un beso.

Abejita de la Vega dijo...

Pobre hombre, tan prolífico y tan mísero. Ya sabes el chscarrillo:

Aquí yace el que murió sin dejar una peseta. No sigas, era poeta.

Un abrazo

Delgado dijo...

A Roberto y María: es normal que no conozcáis a este autor pues en España tampoco se le conoce apenas.

Abejita: Tus palabras son axioma irrefutable para los líricos soñadores.

Un abrazo a todos.

balamgo dijo...

Excelente artículo. A Marquina no lo conocía, pero me parece un gran personaje y pintoresco.
Saludos.

Delgado dijo...

Y contento estoy de que te haya gustado, pues así somos más los que le tendremos presente.

mariarosa dijo...

Si uno piensa que en esos tiempos no existía ni la PC ni la máquina de escribir y que todo lo hacia a mano, es meritorio el trabajo de este escritor. Escribir una obra debe llevar mucho tiempo y con tanto que escribió, me preguntó: ¿cómo le quedaba tiempo para llevar una vida bohemia?
Eran tiempos de bohemia y tal vez esa vida le ayudaba a crear sus éxitos, porque por lo que he leído fue un exitoso escritor.

Un saludo.

mariarosa

Delgado dijo...

Sí, pensar que escribían con pluma y tinta y si encima escaseaba el papel, corregir algún pasaje podía costar muy caro.

Por otro lado, como bien dijiste eran otros tiempos, tiempos donde el artista tenía muy claro que estaba hecho de otra pasta, y por ello tenía una responsabilidad para con el arte. Hoy las cosas son muy diferentes, aunque haberlos haylos.