lunes, 20 de junio de 2011

La bohemia según Murger.

Si tuviéramos que realizar un listado de nombres que hayan contribuido a acuñar el término "bohemia" como sinónimo de vida azarosa practicada por ciertos personajes —generalmente algo excéntricos, bregadores denodados de las artes, asiduos practicadores de nocturnos deportes, y por lo general expertos piruetistas pecunarios y deudores flotantes—, sin duda el nombre del parisino Henry Murger (1822-1861) aparecería en grandes letras mayúsculas. Todo ello gracias a su obra «Escenas de la vida bohemia»; y es que esta obra más que como una novela, debemos entenderla y leerla como una recopilación de usos y costumbres noveladas sobre tan interesante clase literaria.

«Escenas de la vida bohemia» fue primero publicada por entregas a modo de folletín en el periódico «Le Corsaire» entre 1845/49, y después se compiló de formas varias hasta adoptar definitivamente —en 1852— su nombre actual. Murger empieza contándonos en ella como un conjunto de jóvenes artistas —un pintor (Marcell), un poeta-dramaturgo (Rodolphe), un músico (Schaunard) y un filósofo (Colline)—, por intercesión de un travieso sino, forman cenáculo y viven toda suerte de situaciones —muchas veces vodevilescas— en el París de 1840. Unas veces los tenemos esquivando pagos, buscando sustento, quemando sillas para calentar heroicas veladas...; y otras, las menos, los tenemos derrochando los francos ganados en cenas por caros restaurantes, estrenando fracs elegantes, e incluso contratando sirvientes. Evidentemente toda esta serie de excesos galantes tiene como resultado el retorno al país de las angosturas económicas.

Tal fue el éxito de esta obra en su día, que llevó al propio Murger a escribir su adaptación para teatro; una adaptación que serviría después de base para dos óperas: una de Leoncavallo, y otra muy admirada aún hoy de Puccini: «La Boheme».



Nos encontramos en definitiva con toda una panoplia de arquetipos del mundo de la cultura bohemia; y es que mucho se ha escrito desde entonces sobre esa "santa bohemia", algunos la han ensalzado, y otros —muchos más— la han desmitificado. Nosotros llegados a este punto no vamos a indagar qué hay de cierto y qué de leyenda sobre este mundo, pues de lo que aquí se trata es de conocer qué entendía por bohemia el propio Murger. Para esta tarea buscaremos la información en el propio prólogo de «Escenas de la vida bohemia», donde el autor hace una peculiar clasificación de lo que él entiende por bohemios.

«La Bohemia es el estado de la vida artística; es el prefacio de la Academia, del hospital, o del depósito de cadáveres»

La bohemia es una etapa, un estadio de la vida del artista que suele corresponder con los años más febriles de la juventud, llena de idealismo de "el arte por el arte", pero que más tarde debe superarse para no acabar cayendo en otro tipo de bohemia menos romántica: la de la hamponería.

A continuación veamos las tres clases de bohemios que Murger entendía que existían:

- La bohemia ignorada: La más numerosa, la de los condenados al anonimato, cuyas obras no se publican o simplemente no se conocen. Son idealistas y creen acérrimamente en lo que hacen. El problema de este grupo es que invierten todas sus fuerzas en alcanzar su ideal, y por lo tanto acaban rechazando otros trabajos más... "vulgares", que si bien son menos literarios, bien podrían reportarles un dinero para subsistir en el duro camino de la vida. El resultado de todo ello lleva irremediablemente al de la miseria; y es que en esta época murguiana el bohemio fiel a sus creencias se lanzaba como un kamikaze a vivir la vida sin más respaldo que el de su creatividad.

«La Bohemia ignorada no es un camino, es un callejón sin salida»

Si lo pensamos bien, salvando ciertas distancias, este grupo estaría vigente hoy día, con la única diferencia de que tras titánicas luchas llenas de derrotas, hambres, enfermedades, y sobre todo de mártires inmolados en calzadas y aceras de las grandes urbes, los nuevos "bohemios ignorados" sí que han aceptado el juego de la doble vida: por un lado la de el escalador del excelso Parnaso, y por otro la de un monótono quehacerista que debe navegar en piélagos de mundanidad. ¿Cuántos luchan ahora mismo por sacar adelante su obra?, y, ¿cuántos de ellos consideran que su obra es un pequeño tesoro por descubrir llamado a ensalzar las letras de su país? Al final, y en el mejor de los casos, estas obras acaban haciendo montón en la estantería de alguna librería —huelga decir que por la incomprensión de su sociedad—.

- Los bohemios aficionados: este tipo de bohemios más que unos fanáticos convencidos del discurso del "arte por el arte", están seducidos por el romanticismo de la vida bohemia. Buscan voluntariamente pasar penalidades y dificultades, emular a los bohemios ignorados dando así la espalda a estudios, respaldo familiar, trabajo seguro en su provincia, etc. Lo que suele acabar pasando con este segundo grupo, es que antes o después acaban cansados de sufrir estrecheces y regresan a su respectivo redil para insertarse en una cómoda vida familiar, eso sí con todo un saco lleno de anécdotas que contar en las sobremesas de las comidas, para mayor deleite de los obnubilados asistentes.

- La bohemia auténtica:
este último grupo siente la llamada del arte como el primero, pero además, sus miembros tienen la posibilidad de ser sus elegidos. Estos bohemios, que según Murger son los que se describen en «Escenas de la vida bohemia», han conseguido abrirse un pequeño hueco en las «peñas literarias y artísticas, y sus productos, que llevan sus marcas, se venden y se cotizan, aunque, ello es cierto, a precios moderados». Se adaptan perfectamente a las inclemencias del transitar de la vida. Tan pronto frecuentan elegantes cafés y visten ropajes nuevos pagados con el triunfo de alguna obra, como al día siguiente sin un céntimo en el bolsillo, practican la saludable dieta del café con media tostada.

Estos bohemios podrían ser hoy día todos aquellos artistas y literatos que en algún momento han recibido alguna mención local, han recibido un pequeño premio en metálico, o quizás, expuesto o editado en alguna galería o editorial provincial, ahora bien, pasados los ebrios efectos del efímero éxito, vuelven a vagar por oscuros bosques de eventualidades.

Desde luego no podemos negar la originalidad de Murger al redactar la ya citada clasificación. Su objetivo: mostrar a la aburrida sociedad burguesa de su tiempo todas las virtudes y miserias de una clase que «hasta ahora se ha juzgado mal y cuyo mal y mayor defecto es el desorden...».Y es que, para bien o para mal, esta clase literaria fue presa de su propio hechizo romántico, hechizo por cierto, que aún hoy día perdura entre tantos jóvenes encandilados por alguna traviesa musa que les incita a dejar todo y lanzarse en pos de un nuevo ideal.

5 comentarios:

omar enletrasarte dijo...

Delgado, este es un artículo de 'primera', excelente.
Gracias por ilustrarnos.
Un abrazo

Delgado dijo...

Gracias enletarsarte, la verdad es que el mundo de la bohemia de fines del XIX y principios del XX resulta muy apasionante, hay un rico legado testimonio de sus acciones que en muchos casos hoy está inmerecidamente olvidado.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente análisis. Qué buenos textos nos dio la bohemia. Siempre he tenido una duda: ¿escribieron tan bien por se bohemios o la bohemia los perjudicó para tener más obra? Siempre nos quedará la duda.

Delgado dijo...

Buen planteamiento, habría que saber si fueron o no auténticos bohemios. Desde luego los que llevaron la verdadera vida bohemia fueron perjudicados por una vida azarosa.

balamgo dijo...

Excelente artículo.
Gracias por la visita.
Saludos.