23 Jul. (La fuente que descansa agotada
mientras se percibe el pentagrama armónico de la Naturaleza)
Reposaban
los chorros danzarines y tornátiles de la fuente; cansada estaba ya de brincar y
bailar para el fortuito público que apenas se detenía. Su agua, encalmada
entonces, tal vez agotada, laxa… vino a simular una copa derramada de líquido ajenjo,
donde aquel que quisiera ahogase sus añoranzas arrastradas; se mostró similar a
un pliego de rugoso oleaje donde apuntar el epílogo del día con esbozos
hendidos; o, simplemente, impelía a acompañarla con su lenitivo rumor de
limpidez. El sol, mientras tanto, se desgranaba en irregulares cabrilleos,
mecidos sin descanso por aquella agua que también era madre.
* * *
Te orillaste
a su pretil… desdibujado percibiste aquel pentagrama armónico de la Naturaleza,
donde dos ojos marcaban, al influjo de una mandolina mediterránea, la
‘Seranata’ de Schubert; y, tras de ello, volaron imperceptiblemente —como polen
minúsculo—, alcanzando el propio jardín de las Hespérides para en oro tornarse. Confluía
tu imaginación con el vaivén cóncavo del agua en un arrebato de profundidad, de
inmersión, de letargo, hasta que los chorros antes silentes, como si en el
camerino del surtidor hubieran cambiado de vestuario, volvieron a brincar con
fuerza en su espectáculo de danza, casi poético, intentando rozar a cada brinco
—para ti, para vosotros— las regiones del grave Ideal.
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