martes, 21 de febrero de 2012

La huelga de los poetas, una novela de Cansinos Assens

El autor.

Rafael Cansinos Assens (Sevilla, 1882-Madrid, 1964) mencionado de soslayo en este blog en el artículo sobre el ultraísmo, merece ahora un espacio a parte por el importante papel que jugó entre la intelectualía española de los años de preguerra.

Y es que Cansinos fue mucho más que un miembro de la joven vanguardia ultraísta. Pues este autor sevillano fue, entre otras cosas, un gran estudioso de la cultura del oriente próximo, tanto es así, que escribió varias obras sobre asuntos orientalistas donde destacan una suerte de biografía del propio profeta Mahoma y el Koran (1954), que se complementaba con una traducción de la obra sagrada del Islam El Korán (1954); también se acercó Cansinos —años antes— al judaísmo con su obra  Bellezas del Talmud (1919); incluso llegó a realizar una suerte de Antología de poetas persas comenzando con un fragmento del Zend-Avesta hasta mediados del siglo XX.

Pero este autor no solo se limitó al estudio de cultureces orientalistas, sino que mucho antes, trató de forma magistral el mundo de la bohemia primisecular, un mundo cercano y a la vez desconocido. Cansinos frecuentó ese mundo golfo y tramposo que lo circundaba con un halo de bagatela literaria y que desapareció trágicamente con el estallido de la Guerra Civil. Se convirtió de esta forma en una suerte de Emilio Carrere, es decir, de segundo cronista de la bohemia tardo-modernista y vanguardista, tanto fue así que para el estudio de ciertos personajes de la bohemia de aquellos años sus obras resultan casi la única referencia.

Por ejemplo, en La novela de un literato obra publicada póstumamente y narrada en forma de anecdotario nos topamos con toda una legión de personajes que van desde el mismo A. Sawa, pasando por M. Machado, hasta llegar a otros menos conocidos como Xavier Bóveda o el infortunado P. Luis Galvez entre muchos otros. Otra novela, de carácter autobiográfico, que se adentra en el mundo de los poetas de principios de siglo es Bohemia —también publicada póstumamente— donde nuestro autor relata sus primeros contactos con intelectuales tan importantes como Villaespesa, Manuel Machado o Isaac Muñoz. En otra novela, Movimiento V.P (1921) Cansinos nos descubre la pléyade ultraísta de la que él fue partícipe, aparecerán allí toda una suerte de trasuntos de autores famosos como Huidobro, Guillermo de Torre, Valle-Inclán...y como no podía ser menos el propio Cansinos bajo el seudónimo de "el Poeta de los Mil Años".

Pero vayamos ahora al motivo que ha impelido esta nueva entrada.

La huelga de los poetas.

La huelga de los poetas (1921) es una obra cuyo título esconde más de lo que parece a primera vista, pues guarda todo un transfondo ideológico sobre una serie de cuestiones que ya por la segunda década del siglo viejo estaban de cadente actualidad entre la intelectualidad del país. ¿Se puede poner precio a la poesía?,¿no deben los poetas reclamar sus derechos como los del proletariado?, ¿cuál debe ser la remuneración del artista?, ¿el antiguo arte aristocrático debe evolucionar hacia un "arte de muchedumbres?


Veamos ahora alguno de estos aspectos.

El protagonista de la obra "El Poeta" es un trasunto del propio autor, un poeta cuarentón que trabaja en un periódico para poder afrontar los gastos y llevar frugales comidas a su casa donde mal vive con su hermana, mientras que el resto del tiempo, una vez cubiertas las necesidades básicas, lo pasa en los divanes de los cafés dibagando con sus jóvenes acólitos.
Cansinos nos relata sobre esta base un mundo agridulce donde el viejo matrimonio del poeta-periodista, antaño sólido y pródigo en pequeñas joyas periodístico-literarias tocaba a su fin. La prensa estaba cambiando, se estaba profesionalizando, los periodistas además se sindicaban y empezaban a exigir sus derechos como el resto de "blusas azules" y en ese mundo nuevo que surgía, en ese mundo periodístico de masas con trabajadores remunerados, "sindicados y sindicalizados" el papel del poeta romántico —y por extensión de todos los literatos— ya no tenía ya cabida.

Analicemos ahora el porqué de la historia, ¿Qué es lo que incita a Cansinos Assens para escribir esta obra?; para poder dar una respuesta apropiada debemos analizar primero el origen del problema:

Desde antiguo se había promocionado la idea del artista entregado al arte, a un arte autónomo donde la figura del literato bohemio que solo vivía de su habilidad con la pluma era vista casi como la hazaña de un héroe. Esta idea mezcla de filosofía kantiana y de pensamiento aristocrático seguía teniendo por tanto fuerte calado en el imaginario colectivo de principios del XX. Los artistas y literatos eran vistos como una suerte hidalgos que vivían de blandir sus habilidades con la pluma. Pues ¿quién podía permitirse vivir de las letras? La respuesta entonces, era bien sencilla: tan solo los héroes-hidalgos podían permitirse tal lujo, o lo que es lo mismo, la literatura era poco menos que una actividad reservada a los burgueses, por dos motivos básicamente: primero porque para escribir se necesitaba tener al menos una cultura media, lo cual en la época la tenían bastante pocos, y segundo, porque para escribir literatura se necesitaba de una cierta condición de reposo que solo los que llevaban vida desahogada podían permitirse.

"¡Nunca había pensado que fuera un lujo tan grande el ser poeta!...¡Pero ahora comprendo bien que era un lujo y, acaso, el más oneroso!"

Ahora bien, esto cierto hasta cierto punto, pues el matrimonio vida acomodada-escritura acababa las más de las veces en divorcio.

¿Qué ocurría entonces? ¿Cuál era la salida, o la alternativa para los incipientes escritores? Pues como ya he dicho, ya que la escritura no siempre casaba bien con la vida reposada, la solución más práctica para estos artistas fue la colaboración en prensa. Y tal asociación funcionó bastante bien durante el siglo XIX, ya que al no existir el oficio profesional de periodista, en las redacciones cabía toda suerte de intelectuales y aventureros de la pluma que desempeñaban tareas varias. De esta forma la prensa de la época, vista como una especie de hermana menor de las letras, se convirtió en un reducto donde un tropel heterogéneo de literatos participaban con mayor o menor destreza en sus páginas. En esa unión pseudosimbiótica cabían dos posibilidades: por un lado que el artista realizara trabajos de encargo por los cuales recibía una pequeña remuneración pero que no podía firmar, y por otro, que a cambio de poder firmar su trabajo, con el consecuente prestigio que esto conllevaba, el autor renunciara a un cobro: el prestigio y reconocimiento se convertían así en suficiente pago. Vemos entonces que en esa sociedad el artista, salvo excepciones, como Clarín por poner un caso, adoptaba una posición de flaqueza vital.

Cuánto sufrió de tal forma nuestra bohemia galante, desde Pedro Escamilla, amediados del XIX, hasta el propio Armando Buscarini, en los años veinte, practicaron a raja tabla —con funestos resultados— la dieta del trabajo firmado. Otros muchos también la practicaron, como F. Moreno Godino, Pelayo del Castillo y Alejandro Sawa entre otros, a los cuales les unió su pasión por el arte y por acabar sus días más pobres que las ratas. Reconocidos, llorados, pero pobres al fin y al cabo.

Alejandro Sawa "bohemio empedernido"

Volvamos ahora a la novela de Cansinos, donde este mundo descrito tocaba ya a su fin.

"Solamente los poetas,..., siguen empeñados en ser generosos en un mundo que se ha vuelto tacaño."
"¿Cuándo ellos también formularán sus reivindicaciones?"

Cansinos era consciente de ello, y con el pretexto de la huelga real de periodistas ocurrida en España en 1919(1), reflexiona sobre el servicio de las plumas a la prensa.

"el poeta, en el periódico, representaba esa generosidad antigua que ya en todas partes vemos extinguirse, porque no realiza una labor deseada."

Y será en este contexto de protesta de periodistas donde se desarrollará lo fundamental de la obra. En sus páginas nos toparemos con la magistral historia de la primera huelga de los trabajadores de periódicos —periodistas, impresores y repartidores se unieron para hacer presión— donde tras ciertas tensiones y negociaciones conseguirán algunas de sus reivindicaciones: como una subida de sueldo, un contrato laboral que regularizara su situación y el tan ansiado descanso dominical, algo que en la práctica apenas se cumplirá, dicho sea de paso; pero sobre todo el gran triunfo de la huelga de periodistas será la pérdida de influencia del trust: todo un conglomerado de periódicos —El Liberal, El Imparcial y El Heraldo de Madrid principalmente— contrarios a la sindicación y huelga, que fue creado por Don Padre de los Periodistas: trasunto de Miguel Moya,  director de El Liberal.

Descargar un ejemplar de La Lectura Dominical 13/12/1919, en su página 2ª, colúmna 3ª se hace mención de tan singular huelga.

Llegamos así a la gran encrucijada de esta historia, ¿cómo queda la situación de los poetas —y por extensión de todos los literatos— tras la huelga?, ¿dónde quedan las colaboraciones "desinteresadas" de los desprendidos artistas? Cansinos lo deja bien claro: las consecuencias para El Poeta y sus socios no pudieron ser más nefastas, pues se dio una especie de purga de los diarios. Los periodistas, ahora profesionalizados y regularizados en su actividad, parecían no necesitar de los servicios de las plumas literarias, de unas plumas "aristocráticas" cuyos intereses no coincidían con los de los obreros periodistas, los primeros buscaban mejorar sus condiciones laborales y profesionales, los segundos la prez del público.

"El Poeta lo comprendía; sentía la conspiración que contra él tramaban aquellos servidores de la actualidad anecdótica, que se consideraban superiores a él, como obreros de la noticia, de manos encallecidas y expertas..."

La idea final a la que Cansinos nos acerca no era otra que, el tiempo del viejo ideal del arte por el arte en la prensa había tocado a su fin, y en consecuencia, las colaboraciones o dádivas de los escritores-periodistas no tenían ya sentido en un sector que tendía a una cada vez mayor profesionalización, baste recordar que por los años veinte se creó una escuela de periodistas bajo los auspicios del diario católico "El Debate".

En cierta forma estos nuevos periodistas son vistos como artistas de "blusa azul", artistas salidos y ligados a las masas, donde el azul que vestían poco o nada tenía que ver ya con el viejo azul "símbolo de belleza" de las décadas pasadas.

"¿Irán los proletarios a recoger la lira que abandonan los poetas? Mejor remunerados por una civilización que atiende en primer término a lo material, en posesión del ocio, primera condición del arte, lo convertirán en canto lírico, en creación, lavándose así de su tizne en las grandes fuentes castalias."

Son los nuevos proletarios, con sus logros sociales conseguidos tras las huelgas —algo imposible de llevar a cabo por los poetas— los que se pueden convertir en nuevos trovadores, gozando en esos momentos de una nueva posición social.

"Quizá los proletarios puedan hacer en lo porvenir la ofrenda impagable que hoy se ven obligados a rehusar los poetas..."
"Los proletarios enriquecidos por el trabajo, van a recoger las liras de los poetas pobres."

En conclusión el lector que se decida por leer esta novela se encontrará con una historia que bajo su lírico título esconde todo un pasaje de la historia del periodismo, una historia que relata los cambios sufridos por nuestra prensa en los años finales de la Restauración, donde el romántico oficio del literato-periodista era sustituido por una nueva concepción de la prensa adaptada ya al modelo de producción de, y para las  masas. Y si bien es cierto que las plumas literarias nunca dejaron, ni han dejado, de estar ligadas a la prensa, sí que es cierto que su relación o participación en esta cambió definitivamente, se pasó de formar parte activa e importante de la plantilla de la redacción, a desarrollar simples y esporádicas colaboraciones. De esta forma las sillas antes ocupadas por los poetas eran, ya bien entrados los años veinte, ocupadas por nuevos reporters profesionales más interesados en la notica que en la literatura.

Es por ello, y por algunas cosas más que no se han desvelado, que La huelga de los poetas se hace un obra de gran interés literario que a buen seguro no defraudará a todo aquel que sienta un mínimo interés por la historia de la prensa en España.

---------------------
(1) La huelga de periodistas sucedió en diciembre de 1919 sin embargo en la novela transcurre en los años de la Gran Guerra sin especificar un año concreto, licencia del autor que tal vez haga coincidir con las escisiones reales del trust, pues ya en 1916 El Imparcial se había separado de la Sociedad Editorial de España.

martes, 14 de febrero de 2012

Travesía al abismo, poema.

A continuación les dejo un poema que leí como introducción a un concierto del grupo Roïter el sábado 11 de febrero. El poema es una silva y cuenta el periplo que llevan a cabo las almas condenadas desde el cementerio hasta el infierno. Para ello me he servido de diferentes simbologías, mezclando así clasicismo helénico y cristiano.


Travesía al abismo

Ante los lechos fríos de las tumbas
se orilla una gran nave de miseria,
la abordan rigideces espectrales
que inician su condena.
El mítico Aqueronte se convierte
en la sagrada senda
que guía a los caídos
a un tremebundo viaje de laceria.
Soplan las vaharadas pestilentes
en las henchidas velas
y aquellas les impulsan sin retorno
entre zozobras de aguas deshonestas.
¡Qué más da lo que fueron!,
¡qué importan los pecados que escondieran!
pues todos hermanados
se aproximan al puerto de las bestias.
Bajo un cielo de nubes vomitantes
desembarcan las almas con tristeza,
encapuchados monjes les aguardan
portando extrañas máscaras de cera.
Ya caminan por un perdido bosque
que les descubre el árbol de la ciencia,
degustando frutales de placeres
rememoran castigos de flaqueza.
Tras el tortuoso viaje
Hades altivamente abre sus puertas,
se arrastran los marcados
que aceptan macilentos la sentencia.
Al fondo el Gran Abismo ineluctable
serpentea con fúlgida silueta:
jalonan su extensión
viejas y flameantes chimeneas.
Entre aullidos y lloros
terroríficas súplicas y muecas
las máscaras exangües
arrojan a la boca sus ofrendas.
Tal era aquel abismo sempiterno,
tal era aquel abismo de violencia,
que tras caer los siglos impasibles
aún ecos de víctimas resuenan.
Y navegó otra vez el barco muerto
en pos de nuevas tumbas recubiertas
y un mísero pasaje se embarcó
tras un legado de tortuosas huellas.

Febrero 2012

jueves, 2 de febrero de 2012

Llévate un poema nº10, El olvido

El olvido, qué terrible resulta en ocasiones el olvido, y en otras resulta quizás reparador, aunque olvidar no es siempre sencillo, sin darnos cuenta cuando menos lo esperamos: olvidamos. Hay recuerdos de sucesos pasados que sin quererlo se escapan del cajón de los recuerdos, en otras ocasiones aquellos a los cuales un día conocimos, aquellos con los que coincidimos brevemente en un aula, en un viaje, o en el trabajo desaparecen de nuestra memoria sin dejar rastro. Y es que nuestra memoria, abordada cada vez con mayor porfía por el olvido, se ve obligada a resguardar en mermantes cámaras aquellas remembranzas que nos hacen ser lo que somos.

Así pues, en nombre de los gratos recuerdos, en nombre de los rostros que perviven aún en nosotros apesar de escapar sus nombres, y en nombre de los que hace tiempo que desaparecieron de nuestro haber memorístico pero que un día nos hicieron disfrutar, a todos ellos dedico este poema.


El olvido


Impasible transcurre nuestro olvido
robando los retazos de recuerdos,
es etéreo y cruento, un actor sombrío
que devora el pasado de los nuestros.

Empieza por las capas más recientes,
oropeles cobrizos y pequeños,
superficies banales que se pierden
al raspar sin mostrar remordimiento.

Despacio la memoria va fallando,
hundiendo los semblantes sin remedio,
aquellos que una noche se acercaron
en el mar de las sombras perecieron.

Los recuerdos añosos y distantes
se presentan lejanos y algo ajenos,
cual máculas que opacan los cristales,
cual óxido de túrbidos espejos.

El olvido, si es clemente, devora
a su paso los surcos de los duelos,
y en un pozo sumerge las congojas
que nos hacen morar en cementerios.


Descargar en PDF (Imprimir sin ajustes de impresión)