jueves, 9 de junio de 2016

Rimbaud y el incidente con Étienne Carjat

Donde se da cuenta de la turbulenta manera de ser del poeta Arthur Rimbaud hasta llegar a protagonizar el estruendoso incidente con Étienne Carjat

 

Rimbaud

El insurrecto Arthur Rimbaud (Charleville, 1854- Marsella, 1891) uno de los poetas más traducidos de la literatura universal contemporánea, ha pasado a la historia por ser uno de los más controvertidos y polémicos de todos ellos; alejado de la ortodoxia poética del momento, dominada por parnasianos y émulos, este enfant terrible hizo gala de un carácter difícil y poco acomodaticio, dando así una poética muy difícil de encajar en aquella extravagancia que algunos eruditos han tenido a bien calificar como “canon”; y es que Rimbaud, junto con Lautréamont, ostentan el nada desdeñable título de precursores del surrealismo[1]. Desde su infancia, el poeta de Charleville comenzó a escribir interesantes versos que atisbaban ya el precoz y fugaz genio que llegaría a ser, y fue fugaz porque con 19 años aquel estro del verso visionario dejó su pluma poética secar para siempre y marchó a desempeñar otros oficios varios que lo hicieron errabundear por Europa ―primero―, y más tarde por las inciertas colonias africanas. 

Sería Paul Verlaine (Metz, 1844 – París, 1896) —faro y guía de los líricos finiseculares de América y Europa— quien descubrió al adolescente, que contaba a la sazón con 16 años, invitándolo a marchar a París tras recibir de este unos poemas que le causaron suma admiración: «Venid, querido y gran corazón, te esperamos, te deseamos».[2] Y allá que fue el joven henchido de energías y sobrado de rebeldía. Rimbaud, indomable y de genio nervudo, durante sus estadías lutecinas no tardó en hacerse notar tanto por su talento como, sobre todo, por sus constantes provocaciones noctívagas: ya fuera por los poemas escandalosos realizados al amparo del círculo Zutiste[3] —donde destacó el “Soneto al ojo del culo” que advierte la relación homosexual del joven con el fauno Verlaine—; por sus corrosivos comentarios procaces o displicentes hacia otros artistas; así como las constantes borracheras y broncas debido al desaforado consumo de ajenjo y hachís. Pero Rimbaud fue más que eso, pues en su voluntad firme, aunque fugaz, se apuntalaba la profética idea de revolucionar la poesía, de hallar un leguaje universal para esta. Y el camino elegido para conseguir su objetivo fue poner en práctica su visionario y autodestructivo ideario del “desorden de los sentidos”[4].

El poeta es, pues, robador de fuego. Lleva el peso de la humanidad, incluso de los animales; tendrá que conseguir que sus invenciones se sientan, se palpen, se escuchen; si lo que trae de allá abajo tiene forma, él da forma; si es informe, lo que da es informe. Hallar una lengua;[5]
 El lírico adolescente atravesó en su maridaje literario por varias etapas: desde el verso latino de su primera adolescencia, pasando después por el romanticismo y simbolismo y aún al surrealismo con sus inefables Iluminaciones. En lo formal practicó la rima blanca, el verso libre y el poema en prosa, y todo ello, no hay que olvidarlo,  en una carrera de apenas cuatro años, pues con veinte cumplidos su vida de disipado escritor había finado en la práctica.

Cuando comenzó su etapa literaria-parisina madura —invierno de 1872-1873—, en un primer momento convivió con Verlaine y su mujer (Mathilde) en casa del cuñado de este, pero debido a las excentricidades del invitado y a los recelos del padre, no tardó el de Charleville en verse compelido a marchar de allí. Llevó entonces un peregrinaje por distintas habitaciones de amigos y literatos como Charles Cros, T. de Banville (al cual llegó a venderle sus propios muebles), o el cuñado de Verlaine Charles de Sivry[6] los cuales tras una primera bienvenida tampoco tardaron en darle carta de expulsión por sus impertinencias. Pero aquella rebeldía de la que hizo tanta gala no quedó prodigada solo de puertas para adentro, pues los altercados y disputas en calles y locales fueron también harto frecuentes para Rimbaud y su partícipe Verlaine. De aquella telúrica pareja el periodista y poeta EdmondLepelletier recordaba «[...] Desempeñaba conscientemente el papel de criatura sublime y de niño prodigio. Verlaine lo impuso a todo su círculo... Aunque Verlaine era diez años mayor que Rimbaud, permitía que su déspota compañero mandara sobre él como si fuera un niño. Verlaine era débil en todo, salvo en el talento poético...»[7].

Así pues, protagonizó no pocos incidentes el infante terrible, como aquel con el mencionado Edmond Lepelletier, al que llegó amenazar con un cuchillo por haber dejado entrever en prensa la supuesta relación homosexual con Paul Verlaine. Otro altercado, no tan violento, pero sí anecdótico, acaeció con la realización del famoso cuadro de los poetas simbolistas Un coin de table (Un rincón de la mesa) de Fantin-Latour. Parece ser que el pintor tenía idea de retratar al poeta Albert Mérat, para el cual tenía reservado un espacio en el gran lienzo, pero este se negó en rotundo a figurar porque había recibido los insultos de Rimbaud no hacía mucho y no quería pasar a la posteridad al lado del joven al que despreciaba; como resultado de aquella negativa el artista se vio obligado a dibujar, en el espacio reservado a Fantin-Latour, un bonito búcaro lleno de flores blancas, sin duda una ocurrencia que salvaba dignamente la obra. Sobre Rimbaud, Fantin-Latour tiempo después incluso llegó a comentar que tuvo que ordenar al muchacho que se lavara las manos antes de posar.[8] Y es que aquello de la higiene personal también era refractario entre los hijos de la poetambre.

 
'Un rincón de la mesa' de Henri Fantin-Latour

Pero sin duda si hubo un episodio que marcó, sobre todos los demás, el arrumbamiento definitivo de Arthur Rimbaud de los círculos literarios parisinos, fue aquel acaecido en la reunión de los Vilains Bonshommes y que ha pasado a la posteridad bajo el rubro de “Incidente Carjat”. 

El incidente Carjat

Le Cercle les Vilains Bonhommes El Círculo de las Buenas Personas Feas—fue creado en 1869 por un grupo de artistas, parnasianos en su mayoría cómo no, algunos de los cuales también participaban, a su vez, en el más exclusivista y transgresor círculo de los Zutiques cuya actividad era remedar y parodiar a otros poetas, así como plasmar sus obras en un irreverente y algo obsceno álbum. 

El 30 de septiembre de 1871 Paul Verlaine presentó a Arthur Rimbaud —recién llegado de Charleville— al grupo de los conocidos Bonshommes. En un primer momento estos lo acogieron con admiración, debido en gran parte a su positiva valoración del poema “El barco ebrio”. Sin embargo, pasados los meses,  aquel carácter provocador y desafiante de Rimbaud —que también se luciría en los Zutiques— provocó que muchos de los contertulios acabaran irritándose con el poeta. La gota que colmó el vaso de la paciencia tertuliana sucedió el 2 de marzo de 1872, cuando Rimbaud, bajo los efectos del báquico elixir, saboteó la declamación de un poeta —posiblemente August Creissels[9]— añadiendo «Meerde!» al final de cada verso. Éttiene Carjat, quién en su día alabó a Arthur, le acabó llamando la atención e increpó diciéndole «petit crapaud»,  algo que sin duda no gustó al poeta de Charleville, pues acabó cogiendo un bastón estoque de otro comensal y tras prorrumpir en la mesa blandió el acero e hirió levemente a Carjat en un brazo. El incidente no llegó a mayores gracias a la rápida reacción del resto. El propio Verlaine arrebató el arma a Rimbaud y lo acabó partiendo. Ante la indignación de lo ocurrido y el estado de ebriedad del agresor, Verlaine se retiró con Rimbaud, que acabaría recogido y durmiendo la jumera en el estudio de un joven pintor llamado Michel de l’Hay. 

(Recreación del incidente Carjat en la película 'Vidas al límite')

Desde entonces los poetas Bonshommes prohibieron la entrada a sus reuniones a Rimbaud; Verlaine, que siempre apoyó los excesos del muchacho, se puso de su parte, posición la cual deterioró su amistad con algunos de ellos. Finalmente el enfant terrible partió de nuevo a casa de su madre en Charleville y Verlaine recuperó, temporalmente, el equilibrio marital y social que se había tambaleado tras la llegada de Rimbaud. 

* * *

Cuando Rimbaud regresó a París unos meses después, este pasó a ser un paria en el mundo literario capitalino: tanto Arthur como Paul Verlaine estaban preparados para presentar sus mejores obras.



[1] “[...] dejando a un lado el nada insignificante detalle de que Rimbaud es infinitamente más osado e innovador que Lautréamont, al menos desde el punto de vista formal” Cit. en RIMBAUD, Arthur, Una temporada en el infierno, Iluminaciones, Madrid, Alianza, 2009, p. 9.
[2] RIMBAUD, Arthur, Poesías Completas, (Edición de Javier del Prado), Madrid, Cátedra, 2009, p. 26.
[3] El círculo de los Zutistas (zutistes) se organizaba en el Hotel del Étrangers, sus miembros tenían un álbum donde los miembros escribían sonetos irreverentes y dibujos caricaturescos, gustaban de parodiar al resto de compañeros así como de otros literatos de reputada nombradía.
[4] Para conseguir llegar a ser un verdadero poeta Rimbaud defendía, en su famosa Carta del vidente (mayo de 1871), que este debía someterse a una especie de tortura autoinfligida mediante el desarreglo de los sentidos. “Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabré expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. [...]Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca por sí mismo, agota en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias.”
[5] RIMBAUD, Arthur, Carta del Vidente, mayo de 1871.
[6] Sivry describió al muchacho, tras haberlo albergado, como “Un vil, vicioso y repugnante colegial” Cit. en WHITE, Edmund, Rimbaud, Barcelona, 2010, Lumen, p. 89.
[7] WHITE, E. op. cit. p. 89.
[8] WHITE, E. op. cit. p. 92.
[9] Según Paul Verlaine en su Prefacio a las obras completas de Arthur Rimbaud los versos que recitaba el poeta agredido y de “cuyo nombre no recuerdo” empezaban así: “Parecen los soldados de Agripa d’ Aubigné/ que alineara a cordel Filiberto Delorme”. Cit. en VERLAINE, Paul, Los poetas malditos y otros textos, Madrid, Edi. Júcar, 1987, p. 130. Estos versos se corresponden con los de “Sonnet du Combat” que rezan así “On dirait des soldats d'Agrippa d'Aubigné/ Alignés au cordeau par Philibert Delorme”.